Enero, 1710La lluvia arruina mis jardines y yo sólo pienso en ti.
Pienso en esa noche que me preguntaste, entre tantas otras dudas que sólo nosotras sabremos porque soy demasiado egoísta como para escribirlas en esta carta y arriesgarme a que alguien más las conozca: ''¿En qué piensas cuando piensas en el amor?''
Yo te respondí en voz baja que no lo sabía y no dije más que la verdad de lo poco que conocía después de conocerte.
En ese entonces, no sabía qué significaba la palabra amor, y tampoco creo saberlo ahora, porque ni leer los poemas que una vez leímos juntas me son suficientes para entender qué es el destino y por qué el mío se siente tan cercano al tuyo.
Pero si aún quieres saberlo, si aún me lo preguntarías al verme, creo tener una respuesta.
Cuando pienso en el amor, pienso en todas las veces que cierro los ojos y me quedo quieta, esperando en volver a sentir ese aroma dulce que sólo existe cuando te acercas, mientras rezo, Dios sabe que con tanta paciencia como puedo, que nunca vuelva a dejarme.
Porque en el momento que no lo siento, que recuerdo que ese aroma en realidad se ha ido, es que vuelvo a saber que ya no me queda nada de ti.
Pienso, sobre todas las cosas, que el amor es cada vez que no estás, porque es justo ahí cuando no tengo más certezas para seguir sintiéndolo que el hecho de que podrías nunca volver.
Y aun así, incluso si no cumples tu promesa de regresar a mí, si nunca vuelvo a verte, sé que escogería la muerte más dolorosa antes de dejar de esperarte.
Aunque no se me ocurre otra forma más triste de morir que no sea contigo.
Pensándote siempre,
y soñándote también