La desaparición.

Capitulo I

Capitulo 1. Dokja

Había caminado mucho, miraba todo,
cada cosa que ahí se encontraba. Aún tenía puesto mi traje del trabajo, no me sentía cómodo usándolo...Pero no me podía dar el lujo de regresar y cambiarme después de ver como casí me mato por bajar las escaleras.

¿Soy realmente el único aquí?

Cuando era un niño deseaba que pasara ésto, no por maldad, sino por querer escapar de una vez de todos los problemas que en ese entonces tenía. Aún recuerdo cuál era mi fantasía favorita, y esa era, que si todos desaparecían, yo iría a la tienda y comería todo.

Me dejé guiar por mis pensamientos y cuando menos lo esperé, estaba a los pies de un supermercado.

Se escuchaban los chillidos de las ratas, pero ahora no importaba. Abrí con un poco de dificultad las puertas del supermercado y entré como si nada. Tenía la mirada fija en donde deberían de estar las latas de comida, ya que, no sé en qué fecha estoy y comer cualquier cosa era muy peligroso, y más si no habían doctores que me pudieran ayudar.

Escuché un ruido. Volteé lentamente. Mi mente decía "Es una rata" pero mi cuerpo se movió solo, y todo por la esperanza de que hubiera tan siquiera alguien.

Mis ojos se abrieron sorprendidos al ver que, en efecto, había alguien ahí, alguien había entrado. Era un hombre, era más alto que yo, de mandíbula definida, de piel bronceada, musculoso, de ojos obscuros al igual que su cabello, tenía fruncidas las cejas y se notaba que buscaba algo, o a alguien. Noté también su mirada sorprendida, sus ojos reflejaban el mismo sentimiento que yo; asombro.

Fijé mi mirada más abajo de su rostro al notar algo en su espalda, él tenía una espada sobre su espalda, manchada de sangre, tenía también una mochila recargada en una sóla parte de su hombro y en sus manos traía una linterna.

Él entró y me miró desafiante.

Yo simplemente le dediqué una sonrisa tímida.

—Pensaba que estaba solo— Reí nervioso  al ver que se estaba acercando a mí, pero simplemente pasó de largo, ignorando mi presencia.

—¿Eh?— Solté un poco sorprendido, guíe mi mirada a donde él iba y lo seguí.

—¿Tú también estás confundido? O ¿Sabes lo que está pasando?— pregunté, él observaba con cara seria cada producto. Yo, por el contrario, agarraba todas las latas que encontraba y las ponía en la canastita de plástico que anteriormente estaba en el suelo, luego vería de qué son.

—Yo me levanté hace apenas una hora, quería ir a trabajar pero...Ya ves.
¿Tienes una idea de lo que puede haber pasado? ¿Por qué tu espada tiene sangre?— insistí en mi pregunta.

Se movió a otra sección y yo lo seguí.

—¿Has visto a más gente? — Tragué saliva para lo siguiente que diría— ¿Puedo acompañarte?—

Él me ignoró de nuevo. Lo mío nunca fue ser insistente en algo, y con cada palabra sentía mi dignidad caer, así que sólo fruncí el ceño, estaba listo para irme, cuando:

—¿Quién me asegura que no me traicionarás?— habló por fin, fue inevitable no sonreír. Pero luego mire sus ojos obscuros, tenía las cejas fruncidas y los puños cerrados, preparados para golpear.

—Eres más fuerte y alto que yo, me podrías matar cuando quisieras—

Aunque yo podría ser un extraño que se ve débil pero que es en realidad fuerte, aunque éste no es el caso y no creo poderle ganar a este tipo.

—...— Me miró de pies a cabeza con una mirada pensativa.— Aún así, no — Se volteó, como todo un protagonista genial, y yo sólo lo miré con interrogativa, aunque no me miró.