Ésta no es la típica historia de cuentos de hadas, aquí no hay finales felices, ni príncipes azules, no existen los animales que hablan, ni las princesas, no hay bosques encantados, ni gatos con botas, o gallinas que ponen huevos de oro, no existen los ogros, ni las princesas que son bonitas de día y feas de noche, no hay manzanas envenenadas, ni señoras que se hacen viejas porque sí, no hay espejitos que te dicen que eres guapa, tampoco existen las zapatillas de cristal, o las hadas madrinas, no hay muchachos que se enamoran de chicas mitad pez, tampoco hay damiselas custodiadas por un dragón o con cabello largo de oro, no existen caballeros que quieran arriesgar su vida por la mujer amada, no hay jóvenes que te salven con un beso, y quizás tampoco las malvadas brujas, en ésta historia no existe el bien ni el mal, el amor o el odio, aquí no es blanco o negro.
La vida no es un cuento de hadas o una película a la cuál le puedes poner pausa, retroceder, adelantar, stop o play. La vida es hoy, es real, todo lo que pasas es completamente real, aquí solamente hay hombres pues nadie es completamente bueno, mucho menos inocente, aquí no hay chicos que se enamoren de tu pureza, más bien lo hacen de tu cuerpo. En la vida real no puedes tomar el amor tan a la ligera. La realidad es otra, la realidad es hoy, no hay un mañana seguro, ni un ayer que se volverá a repetir.
Mi nombre es Emily Carson, ésta es mi historia, la historia de cómo alguien de mi entera confianza abusó de mi inocencia para después arrebatarme la vida de la manera más baja y más cruel.
Mi complexión era común entre las personas de mi vecindario, pero mi apariencia no tanto, mi estatura era promedio, media un metro con sesenta centímetros, mi cabello era pelirrojo, largo y ondulado, mis ojos color azul cielo, mis cejas pobladas, mi nariz respingada, mis labios gruesos y voluptuosos, mi tez pálida, pesaba entre cuarenta y cinco y cincuenta kilos, mi desarrollo físico fue notorio desde los quince años.
Tenía diecisiete años cuando me asesinaron, el 15 de Diciembre del 2015.
Por supuesto que no todas las personas que serán mencionadas aquí son sospechosas, pues algunas hicieron mi estancia en éste mundo, más placentera. Y ése es el problema. Nunca sabes. Realmente nunca sabes en quién puedes confiar y en quién no, andamos por el mundo vagando, a veces creyendo que a quién más le prestas atención es quién menos ganas tendrá de irse, y quiénes más lejos están son los que nunca se quedan, pero no siempre es así, la vida suele darte muchas sorpresas.