I. El Placer de conocerlo a Guillermo, conociendo el placer con Guillermo
Salí de casa muy decidida y excitada, pero al llegar a la planta baja, me quedé helada sin poder abrir la puerta del ascensor. ¿Qué estaba haciendo? ¿Qué pasaba si Guillermo se daba cuenta? ¿Y si yo no me animaba a todo lo que me había imaginado? En un ataque de pánico, estaba por mandar el ascensor de vuelta para arriba y escaparme corriendo por la azotea, cuando me asaltaron todas las sensaciones que acumulé durante la semana y me empezaron a temblar las piernas de la emoción. Mirándome en el espejo, veía una chica super diosa, con unas piernas largas enfundadas en unas botas de piel negras, de taco alto, medias sedosas, una mini de cuero muy cortita y ajustada que marcaba la tanga, y una blusa con transparencias que dejaban ver un brasier negro divino y unas tetas tremendas.
Esta mujer pedía a gritos salir al público, mostrarle a todos lo diosa que era, ser la estrella de la fiesta, y devorarse a Guillermo. Esta perspectiva me gustó mucho más, le sonreí a la diosa en el espejo, di una última revisada, me bajé un poco la mini y fui al encuentro de Guillermo, mirándolo fijamente a los ojos, moviendo las caderas lo más sexy que pude.
La mirada y la sonrisa de Guillermo eran aprobadoras, y me recibió con un sonoro beso en la mejilla. En ese momento caí que era el primer beso que recibía de un hombre, y aunque fuera en la mejilla desencadenó un montón de sensaciones, se me hizo un nudo en el estómago y, no sé porqué, tuve la absoluta seguridad de que todo iba a salir bien. Guillermo no tenía ni idea de la noche que le esperaba, yo tampoco, pero estaba segura de que nunca la iba a olvidar. Tranquila, entré al auto, y me acomodé en el asiento con las piernas muy apretaditas, con cuidado que no se suba la mini, y con una enorme sonrisa me di vuelta para mirarlo a Guillermo mientras entraba al auto.
Te recordaba distinta. – Me dijo
Es que yo soy distinta ... Pero qué pasa? No te gusta lo que ves?
Estás loca, me gusta. Y mucho
Bueno, vamos YA!El viaje al antro pasó entre charlas intrascendentes. Varias veces lo pesqué mirándome las piernas, por lo que me esforcé en que no se me suba la mini, no me gustaba que muestre el final de las medias ... ya lo iba a encontrar más tarde.
Dejamos el auto en el estacionamiento y nos dirigimos hacia el antro, Guillermo me agarró de la mano y me impuso un paso que apenas podía seguir con mis tacones, así que iba como pegando saltitos atrás suyo. Su brazo firme me llevaba y me sentí una típica chica cuando nos mezclamos con la gente que entraba al antro. Evidentemente Guillermo era un habitué del lugar, porque abriéndose paso en la atestada escalera, saludó al enorme guardia que bloqueaba la entrada y mientras éste porque sí dejaba afuera a casi todos, corrió de mal modo a dos parejas que pugnaban por entrar y nos abrió la puerta. Mientras subíamos la escalera, mecánicamente puse una mano en el vuelo de la mini, no quería que se me viera todo. Al hacerlo sentí la tanga y el movimiento de mis glúteos, mi excitación era enorme, y el cosquilleo en el estomago insoportable.