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Ya habían pasado cinco horas desde que se llevaron a Alexei a cirugía y quién llevaba la batuta de esta, era Joshua, eso me tranquilizaba un poco, ya que él era el mejor y sabía que haría todo para salvarlo

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Ya habían pasado cinco horas desde que se llevaron a Alexei a cirugía y quién llevaba la batuta de esta, era Joshua, eso me tranquilizaba un poco, ya que él era el mejor y sabía que haría todo para salvarlo.

Dimitri se encontraba a mi lado, no había soltado el teléfono en lo que iba de la noche-madrugada, y aunque entendía ruso me era casi imposible seguir el ritmo de la conversación.

Decido levantarme y dirigirme a la cafetería, necesitaba un café urgentemente. Los pasillos se encontraban tranquilos a estas horas, estaba segura de que eran cerca de las tres de la mañana, sacando por la hora en la que me había llamado Dimitri. Las pocas enfermeras que estaban trabajando, se encontraban hablando entre sí —les encantaba el chisme y a quien no la verdad—, los doctores de turno hacían sus rondas para después ir a descansar a sus habitaciones o a la cafetería.

Cuando llego, esta se encuentra casi vacía, a las cinco terminaban la mayoría de los turnos. El mío comenzaba a esa hora y no había dormido nada.

Saludo a Sara, la camarera que siempre estaba en la madrugada —más de una vez me había tocado hacer doble turno—, y le pido lo de siempre. Un mocha —un café con chocolate— y un sándwich. Algo simple, pero era mi comida favorita, bueno y la lasaña de mi nana.

Le pido un café negro a Dimitri y le llevo también un sándwich, estaba segura de que tampoco había comido nada las últimas horas. Al regresar sigue en la misma posición y hablando por teléfono.

—Ten.

Lo acepta, comienzo a darle sorbos a mi café y a comer. Pero me detengo cuando veo que Dimitri no hace nada para comer su sándwich.

Joder.

Así que le quito el teléfono de la oreja y lo guardo en mi bolsillo trasero.

—Come por Dios. Llevas toda la noche hablando por ese aparato, te va a dar algo en la espalda si sigues en la misma posición un segundo más. —le digo poniéndole mala cara, aunque la que él me pone es mucho peor.

—Era una llamada importante. —me regaña, pero comienza a comer y eso es suficiente para mí.

—Si igual que las mil anteriores. Estoy segura de que podrás continuar con esa llamada después de que comas.

—Ya entiendo lo que Alexei ve en ti, tienes un carácter fuerte y eso le llama la atención.

¿Ve en mí?

—Da igual lo que ve o no ve en mí. Usted es igual que él, no se cuidan y por esa misma razón él está en ese quirófano ahora luchando por su vida.

—Es mi hijo, es lógico que seamos similares.

En eso tiene razón, yo era igual a mi padre...

—¿Por qué tardo tanto en llamarme? —pregunto, era algo que no entendía, había sido clara al decir que me llamaran a la más mínima molestia.

En manos de un mafioso © Libro 1 || [Disponible en Físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora