🌸 Bajo aquel Cerezo 🌸

56 4 6
                                    

✨13 de julio✨

—¡Hey, Li! Se te hizo tarde —le dijo una voz amigable en cuanto lo vio ingresar al café.

—No tanto como a ti, Yamazaki —respondió de inmediato el aludido con una pícara sonrisa mientras que su acompañante lo ayudaba a sostener la puerta.

Hoy Shaoran Li había decidido cargar con más bultos que de costumbre, felizmente el teniente Amemiya, de la octava división, estaba con él. Su reluciente placa y su porte intimidante llamó la atención de todos en el lugar y de inmediato fue saludado por una docena de personas, incluido el dueño del local.

—¡Oh, eso dolió, Li! —Todos sabían lo lento que había sido el moreno para conseguir novia. Ahora sufría porque no encontraba el momento idóneo para realizar la tan aclamada propuesta de matrimonio a Chiharu.

—¿Qué tal, chico? ¿Por fin será el día? —replicó el teniente, que al igual que Yamazaki tenía la cabellera azabache y espesa en claro contraste con la de Li, una maraña cobriza que por más que quisiera dominarla, su rebeldía innata no lo permitía. Para las chicas era un atractivo peculiar.
Ambos hombres se miraron con mucha suspicacia.

—Claro que sí, teniente, pero... —Bajó la voz. Hoy es martes 13, según los romanos no es fecha para hablar de aquellas cosas.

El teniente silbó.

—Está asociado con la mala suerte, ¿cierto? —soltó Li, tomando asiento. La pequeña cafetería del barrio de Minato tenía un peculiar aroma a vainilla y canela y aquello era una de las tantas cosas que hacían feliz a Li, así como aquellos libros que tanto amaba. De hecho, tenía uno muy especial en su morral, pensaba regalarlo hoy.

—Así es, Li. Deberías escuchar sobre las leyendas escandinavas y sus supersticiones en torno a los novios. Es más, la boda real del rey de...

Pero ya no escuchó más…pues sentía ya los típicos nervios previos a una cita… Además, como tantas otras veces le sucedía y él siempre contaba, perdía la ilación de lo que su risueño amigo le contaba y se dejaba llevar por el mar de sensaciones que lo atacaba.

En su pequeño mundo, no había espacio para ninguna cosa más, sólo para las ansias de un corazón que le decía a cada latido que pronto vería al motivo de su existencia, que cada palabra que pronunciaba su amigo, era un segundo menos para reencontrarse con ella como cada tarde. ¿Y el aroma del café? Sólo hacía que sus sentidos se encontraran inhalando paz y oscuridad en medio del bullicio, de las risas, de la vida.

—¿Li? ¿Tierra llamando a Li?
El azabache entornó los ojos.

—¡Oh, perdón! —parpadeó—. Dime, Yaz.

—¿Lo de siempre?

—Sí, pero agrégale dos muffins de fresa. Debo llegar a las cinco —Yamazaki miró el reloj y se percató que Li estaba siendo puntual. Uno de sus mayores defectos, aunque podría considerar un atributo también, era ser extremadamente puntual en sus citas. Habían compartido alguna que otra reunión del Club y Shaoran Li siempre había sido el primero en llegar a la hora exacta, ¿cómo lo hacía? Era un enigma.

Conversaron un rato más con unas tazas de café hasta que el mozo extendió el pedido singular de Li: una cajita de regular tamaño con media docena de daifukus de vainilla y chocolate y dos muffins de fresas; además un bowl de mochi, frijoles dulces, castañas, guisantes hervidos y frutas, todo aderezado con un jarabe dulce, clásico del café "Akagi" y que Sakura adoraba.

Espléndido. ¡Sería una cita perfecta!

Minutos más tarde, salió de aquel lugar presintiendo que sería una larga tarde para Yamazaki y eso lo puso de muy buen humor. Fue un total acierto restaurar la pequeña cafetería de los Fujimoto y convertirla en uno de los principales lugares de Tokio, un must-see que se debe visitar sí o sí, no sólo por el café, sino porque cuenta con una arquitectura muy pintoresca y que guarda el espíritu del periodo Edo.

Colaboración "Feliz Cumpleaños Lobito" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora