Siempre he sido muy indecisa para tomar las mínimas decisiones en mi vida, y esta no es para menos. Me llamo Abril Himberson y hoy comienza una nueva etapa de mi vida, una gran e importante etapa. Una nueva Abril.
Y estoy preparada.
Aparto de un veloz golpe las finas sabanas de mi cama rosadas y en segundos me alzo en pie con energía. Busco con un poco de dificultad mis zapatillas de estar por casa por el pequeño mareo que me ha dado de puntitos blancos y vista oscura de alzarme con rapidez. La alarma de mi móvil comienza a sonar por cuarta vez ya y...
- ¡Elena, el teléfono hija! ¡Apaga las alarmas ya y levántate de una vez!
- Que yaaaa - mi señora madre ya tardaba en gritarme.
El sonido del timbre hace eco por las paredes blancas de mi casa, mierda, es él.
Me arranco del cuerpo el pijama y lo meto echo una bola en la maleta abierta de par en par en el suelo. Agarro el pantalón azul y la camisa que tenía ya preparada de la silla del pupitre y cuando corro al espejo de mi habitación a ver mis pelos, de nuevo mi maravillosa madre.
- ¡Pero Abril! ¿Me has oido?, ¡Venga hija que tienes a Ethan aquí abajo esperándote ya!
- ¡Que yaaa, mamaaa, que yaaa! - el agobio y la desesperación comenzando a hacer presencia en mi cuerpo.
Agarro el cepillo de mi escritorio y con una goma de pelo me lo apaño para recogérmelo en forma de coleta mal recogida. Me saco dos mechones de pelo dejando que caigan por mi cara de forma desordenada y que queden libres de la presión de mi coleta, derramo sobre mi ropa dos litros de perfume y por último, antes de bajar las escaleras corriendo, me siento encima de la maleta para poder cerrarla con cremallera. Hecho un último vistazo a lo que ha sido mi habitación durante 18 años, reviso que no me haya dejado nada de gran importancia y que vaya a necesitar. Respiro profundo y con el corazón encogido y el principio de un pequeño nudo que comienza a formarse en mi garganta, bajo finalmente con gran torpeza las escaleras hacia la entrada de mi casa, y allí estaba el, tan guapo e imbécil como siempre.
- Buenos días doña pelos, ¿Lo llevas todo? - Asiento energéticamente con la cabeza después de darnos un pequeño beso - Bien, voy a llevar tu maleta al coche, ves despidiéndote de mientras anda.
Mi mirada se desvía de Ethan, para entrar en mi campo de visión unos ojos verdes oscuros que me observan desde la puerta de la cocina cada milímetro de mi cuerpo. Su moño mal recogido inclinado siempre hacia la derecha y ese ceño fruncido que la caracteriza tanto. Como la voy a echar de menos.
- Mamá n-
- ¿Mamá qué? - Me interrumpe con el ceño aun mas fruncido - Te vas y me dejas aquí.
- Mamá no es par-
- Mimi ni is piri tinti, ya lo sé. No me lo repitas más veces - Se endereza y camina a pasos lentos hacia a mi con un semblante serio - Cuando seas madre lo en-
- Lo entenderé, ya lo sé mamá. Pero hoy es mi turno de volar - Suspira resignada mientras se frota la frente.
- Dame un abrazo anda - Me agarra como nunca de la cabeza y de mi cintura y me aplasta contra ella, tanto que tengo que mover mi cabeza buscando un hueco para mi pobre nariz y poder respirar. Nos quedamos así, abrazadas, durante varios minutos y no puedo evitar pensar en aquella última vez en que nos abrazamos así de fuerte.
Soy yo la que pone fin a nuestro momento, si seguía medio minuto más no iba a poder contener las lagrimas y me percato de que mi madre ni si quiera a podido contenerlas. Me agarra fuerte de las manos mientras les presta gran atención y siento cómo me invade la pena al notar como varias lagrimas de mi madre caen sobre nuestras manos entrelazadas. Noto cómo corren las gotas por mis manos y paralizan su camino.
- ¿Estas lista...? Ah, perdón - Alzo la cabeza hacia la puerta donde se encuentra un incomodo Ethan rascándose la nuca - Te... Te espero fuera, ¿vale?
Al asentir rápidamente con la cabeza en forma de contestación dos lagrimas corren por mis mejillas de forma involuntaria y a las que mi madre elimina casi al mismo tiempo del que caen por mi cara con ambos pulgares - No llores, estamos muy orgullosos de ti.
- ¿Segura de que lo estaría?
- Sin duda hija mia, sin duda alguna - Cerramos nuestra despedida con una pequeña sonrisa en común y un pequeño abrazo que deseaba que no acabara.
Me despido de mamá y de lo que ha sido mi hogar diariamente con un último vistazo a mi casa. Sin duda es tan acogedora, papá eligió muy bien. Sus paredes blancas donde mis padres me riñeron tanto por pintar garabatos con lápiz de cera, las ventanas de cristal a lo película grabada en New York, el tejado y la puerta principal negra y como quitarle protagonismo al pequeño jardín delantero que tenemos, en el que tengo grabados en mi mente los mejores momentos con papá.
En cuestión de un par de minutos ya me encontraba dentro del coche y poniendo marcha a lo que sería nuestro nuevo hogar en común. Un pequeño piso céntrico de la ciudad de Inglewood, ciudad en la que pondré comienzo a mis estudios y podré comenzar de cero.
Durante el trayecto de 5 horas y media poca conversación tuvimos Ethan y yo, yo soy bastante callada por lo general y el... bueno. Es una persona completamente distinta cuando esta con los amigos a cuando está conmigo. Transmite tan buenas vibras cuando esta con gente, es una de las cosas que me llamaron la atención la primera vez que lo conocí y así era conmigo también los primeros meses de relación, después como en todas las relaciones ambos mostramos con el tiempo nuestra verdadera cara y esta es la suya; callado, conversaciones secas y cortas mayoritariamente entre ambos (por mi parte he de decir que también) y distante, sobretodo distante.
Pienso que esta es una nueva oportunidad no solamente para mi, sino para ambos, una última oportunidad para sanar y recuperar la relación.
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El edificio 48
Romance"Huyo de mi ciudad para comenzar de cero y el del cuarto me está trayendo el doble de problemas"