3. La curiosidad mató al gato

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Tenía seis años cuando me enteré que era adoptado, yo no entendía el significado de esa palabra y mi padre jamás fue una persona con tacto, así que su forma de explicarme dicho significado, me dejó aún más confundido de lo que ya estaba. Su explicación me dejó sintiéndome perdido y al mismo tiempo pensé, incluso en mis cortos seis años de vida, que esa podría ser la razón por la que mi padre no me quería. Una idea que fue creciendo conmigo con el pasar de los años.

Porque está familia es buena guardando secretos, ocultando cosas que ayuden a mantener el buen nombre y el legado. Pero no era un secreto para nadie, que mi padre sentía que yo era una decepción, porque mi papá jamás intentó ocultarlo, jamás me daba palabras de aliento o confiaba en mí trabajo. Y jamás, bajo ninguna circunstancia, me ha dicho que está orgulloso de mí.

—Ni siquiera ahora que se está muriendo y yo estoy a su lado es capaz de decirlo.

Me sirvo otro vaso de wiski y sigo contemplando la ciudad de San Francisco mientras me ahogo en el recuerdo de la infancia que tuve.

Mi padre me hizo sentir que ser adoptado era algo por lo que debería avergonzarme, porque me dijo que nunca, nadie podría enterarse de ese asunto. Así que pasé toda mi niñez pensando que debía avergonzarme por no llevar la sangre Baxter y tener todos los privilegios que tenía, y a ese sentimiento de vergüenza le acompañó el sentimiento de abandono cuando a mis catorce años me mandó a un internado en Gales, lejos de todos porque se había rendido conmigo.

Eres una causa perdida. Tu madre estaría tan decepcionada de ti —fueron las dos frases que se repitieron en mi cabeza durante todo mi internado y aún hay noches, dónde estás frases cobran poder y me atormentan, noches justo como está.

La ceremonia de graduación está tardando más de lo que esperaba y yo miro con aburrimiento hacia el escenario, sin prestar atención a lo que sucede y solo esperando a que digan mi nombre para irme.

Nadie de mi familia vino y lo entiendo, no tienen tiempo, tienen mejores cosas que hacer que venir a verme graduar de la universidad, además, no sería la primera vez que faltan a una de mis graduaciones, tampoco estuvieron cuando me gradué en el internado de Gales. Aunque esta vez, al menos se dignaron a darme buenas escusas: mi padre está de viaje en los laboratorios de Alemania y se llevó a Archer con él porque ya está aprendiendo del negocio. Spencer no pudo viajar hasta aquí y Davina no se molestó en darme una esccusa.

—Bastián Baxter —me llaman y el salón estalla en suaves aplausos.

Yo camino hacia el escenario a recibir mi título y mientras miro al frente para sonreír a la fotografía, mis ojos observan una figura que sobresale entre la multitud. Es Davina, quien está de pie aplaudiendo con una mirada llena de orgullo.

Yo no puedo evitar devolverle la sonrisa y mi corazón estalla de felicidad al verla y saber que le importo lo suficiente como para estar aquí.

—Felicidades, Bastián. Al parecer todos los productos que usas en tu cabello para que sea perfecto, no han arruinado aún tu cerebro —me dice ella antes de lanzarse a mis brazos.

Se separa de mí, besa mi mejilla y sonríe al ver la marca que su labial ha dejado en mi piel.

—No tenías que venir, pero gracias por estar aquí, Vina.

Davina no dice nada, porque nadie más que ella entiende cuánto significa para mí que haya venido acompañarme en este momento. Porque incluso aunque yo sea demasiado orgulloso para admitirlo en voz alta, me hirió mucho saber que a nadie le importaba lo suficiente como para venir. ¿Estuve solo por años en ese internado de Gales y aun así no me pueden acompañar ahora? Me hirió y me sentí solo, excluido como tantas otras veces.

27 Cosas que dije y que tú no querías escuchar (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora