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Camina por el pasillo con pesadez. Sus ojos aún se cierran por inercia de tan temprano que es. Aclara su vista, mirando el reloj de la pared. Es circular, de color rojo y los números son grandes y negros. 6AM. No sabe por qué Irene siempre tenía que levantarse tan temprano y hacer tanto ruido.

—¿Qué buscas? —pregunta, suave y con temor, viendo a la alfa caminar por toda la pequeña cocina.

La pelinegra parece asustarse. Sólo para sus pasos y voltea a verle por sobre su hombro.

—Vuelve a la cama. Es muy temprano para ti.

—Me has despertado, ya no tengo sueño —miente, ocultando un bostezo detrás de su mano. La alfa asiente, volviendo a su trabajo de, al parecer, revolver toda la cocina—. ¿Qué buscas? —le repite la omega, un poco más fuerte.

—¿Has visto el traste azul, grande?

—Debe estar en la habitación o en tu mochila de la escuela —encoge sus hombros, hablando con un poco de obviedad.

—Okay. Desayuna —apunta una manzana en la mesa. Es lo único que hay.

—¿Qué? —camina hasta ella, la agarra y le da vueltas en su mano—. No me llenaré con esto, Irene.

La coreana se la quita, mordiéndola.

—Ese no es mi puto problema —y se la devuelve.

¿Acaso nadie le enseñó modales? ¿Su madre, padre, nadie?, Lisa piensa. Luego recuerda que su madre es alfa también, tal vez por eso fue criada para ser así de bruta.

Lisa mira la manzana verde en sus manos, con una grande mordida al costado. Suspira, mordiéndola suavemente, sin otra opción. Se sienta en la mesa, oyendo como Irene hablaba con alguien por teléfono, se oye alegre e incluso cree oírla reír. Algo en su pecho se remueve, es un sentimiento caliente y no lo soporta. Está celosa, o no. Aún peor. Su omega está celosa. Respira rápido, mordiendo con rudeza la manzana. Se siente patética en éste momento. Para calmarse, acaricia su vientre y sonríe a medias. Esperaba que su cachorrito endulzara al menos un poco a la alfa. Aunque lo dudaba.

Irene entra nuevamente, ahora ha colgado y su celular baila por sus dedos, en la mano izquierda tiene ese traste que tanto buscó.

—¿Con quien hablabas?

Mierda, se dice a ella misma. Desearía no haberlo hecho. Con nervios por la repuesta que recibirá —si tiene suerte—, juega con el palito que sobresale de la fruta.

—Lisa... quiero explicarte un par de cosas —dice con voz neutra, sentándose en la silla que está frente a la omega.

—E-está bien.

—Bien, primero: el que vayas a tener a mi hijo no significa que tenga que darte explicaciones de lo que hago y lo que dejo de hacer. ¿Vale? —la rubia asiente, mordiendo sus labios y regañándose interiormente por haber preguntado esa estupidez—. Segundo: tampoco porque vayas a tener a mi hijo significa que yo sea tu alfa y tú mi omega. ¿Okay?

Eso fue lo que más le dolió. No sabía que hacer. Si simplemente asentir en acuerdo o llorar frente a ella, para rogarle que cambie de opinión, pero no, la poca dignidad que tenía, debía conservarla.

—Okay —sus labios dejan salir la respuesta, entrecortada.

Satisfecha con la contestación, la alfa se para, acomodando un poco de fruta dentro del traste, no sin haberlo lavado antes.

—Me voy a la escuela. Espero que no llegues tarde.

Cuando oye la puerta principal cerrarse, va hasta el baño para asearse. Tenía que hacerlo rápido o no llegaría. Irene no le había dejado dinero para tomar un camión o algo.

Viste sus pantalones negros, pegados a sus piernas. Agradece que su estómago no sea tan grande, así podía seguir usando su vieja ropa. Irene ocupa ropa grande, pero logra encontrar el suéter más pequeño que tenía. De igual manera, le queda algo holgado, así que decide meterlo dentro de sus jeans. Se pone las zapatillas, toma su mochila y sale hacia la escuela.

—¡Lisa! —Yerim se acerca a ella, trotando. Es una chica de su clase y le cae bien—. Te he estado buscando por todos lados, le pregunté a Irene por ti y dijo que no sabía.

—Aquí estoy —sonríe a medias, escuchando el nombre de la chica parecida a un felino.

—Quiero pedirte un favor muy grande. Se me ha hecho tarde y tengo clase de pintura ahora.

—Claro, dime.

—Necesito que preguntes a todos los chicos de la generación si van a asistir al baile o viaje y si llevarán invitado. Por favor.

—Sí, creo que puedo con eso.

La chica besa sus mejillas en agradecimiento y le pasa una tabla, en ella estaban los nombres de todos los de la generación.

—Pones una palomita a los que asistirán y una tacha a los que no, y si llevan invitados escribes "sí" y la cantidad, si no llevan lo dejas en blanco.

La rubia asiente, entendiendo correctamente.

Así que comienza su trabajo. Camina por toda la cafetería, preguntando a cada chico y chica. Casi todos asistirán y llevarían acompañante. Lee su nombre en la lista y pone una palomita en el cajón de "baile" pero en el de "viaje" no sabe. Porque no tiene dinero para pagárselo. Quiere pedirles el dinero a sus padres en modo de regalo, pero sabe que la alfa gruñona con la que vive no lo permitiría. Suspira, llegando hasta la mesa de Irene con sus amigos.

—Hey, Limario. ¿Cómo estás? —Jisoo le pregunta amable. A pesar de ser alfa, era muy buena gente y siempre trataba a todos con delicadeza. Rosé, su amiga, tenía suerte con esa alfa.

—Hola, Jisoo. Estoy bien, gracias —contesta de la misma forma.

—Me alegro de oír eso —sonríe, apoyando su codo en la mesa y recargando su mejilla sobre su puño—. ¡Auch!

Irene le patea el tobillo y le mira con la ceja alzada.

—¿Qué quieres? —la pelinegra pregunta, jugando con sus anillos, sin prestarle mucha atención a la omega.

—Venía para preguntar si asistirán al baile de graduación —las tres, Sana, Jisoo e Irene asiente. Lisa apunta en la hoja—. ¿Llevarán a alguien?

La tailandesa está intrigada por la respuesta de Irene.

—A Rosé —Jisoo contesta, sonriendo.

—Iré solita, como un perro —habla sana, con un llanto falso. Y recibe un golpe de la mayor en la nuca.

—¿Tú, Irene?

Ella asiente, como siempre, ignorándola.

—¿Cuántas personas serán?

—Una.

—Okay —apunta todo en la hoja también.

—¿Para el viaje? —ahora sólo Jisoo y Sana asienten. Irene niega—. Es todo, nos vemos después.

Ahora la omega sale de la cafetería. Aún le faltan unos pocos compañeros y su trabajo estaría listo. Si es sincera, se le hace entretenido.

—¡Lisa, espera! —oye la voz de Irene a sus espaldas y sus pasos se detienen. La alfa choca con ella—. Carajo, ¿estás bien?

No hay ni un poco de preocupación en su voz.

—Claro.

—Ten —le da un billete—. Es para que vayas a casa. No quiero que salgas de ahí hasta que llegue.

—Pero hoy quería-

—Obedece.

—No te estoy pidiendo permiso —cruza sus brazos sobre su estómago. Su bebé le estaba dando confianza.

—No te estoy preguntado. Te quedas dentro y listo.

La alfa alarga su mano, pasando los dedos por la pancita de la omega. Lisa casi no los siente rozar contra ella. Se da vuelta, caminando a la cafetería nuevamente.

Siente que humo sale de sus orejas de rabia. ¡Era el puto colmo!, no era su jodida prisionera para quedarse encerrada en casa. Tenía 19, es joven y desea salir con sus amigas. Oh, y sí que lo haría.

Ven aquí y ámame - LisreneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora