Onlar

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Onlar levantó la vista por encima de la superficie del agua para sentir el aire cálido una vez más. Era un día caluroso y azul, como la mayor parte de los que ocurrían regularmente en la región de Blontar, la zona más acuosa del Dios Arkaol. En frente suyo, el Mar Claro se extendía más allá del horizonte, con los soberbios pilares de madera provenientes de lo más profundo del agua. A su espalda, se alzaba imponente la gran isla de Olas, un islote enorme en el centro de los cuatro mares, desde donde la especie Orblana podía comerciar con todos los demás seres de Gersek.

Onlar, como una miembro de la especie Orblana, amaba el agua, aunque quizá más que cualquier otro que ella conociera. Los Orblanos eran tanto acuáticos como terrestres. Su cuerpo estaba conformado por cientos de escamas de color verde brillante esparcidas por todo su cuerpo, y sus dedos estaban unidos por fuertes membranas que les daban velocidad y resistencia al nadar. A pesar de su anatomía, no todos disfrutaban del toque del agua, ni estaban dispuestos a pasar largas horas explorando las profundidades de los mares o visitando las doradas ciudades submarinas de los cuatro mares.

Luego de haber tomado un profundo respiro, Onlar se volvió a sumergir en el mar y luego de unos minutos, levantó la vista para observar el orbe. Sus grandes ojos ámbar eran capaces de acomodarse a la profunda oscuridad que lo llenaba todo. Desde debajo de la capa oceánica, la luz se filtraba para convertirse en un orbe amarillo, que brillaba fusionándose con la oscuridad que llenaba el vacío del agua, aunque sin la intensidad que causaba en la superficie.

Cuando decidió que ya había mirado suficiente, siguió nadando hacia el fondo durante un largo rato. Nunca había hecho un viaje acuático tan profundo, pero tampoco había intentado ir más allá de la gran bahía jamás. Su familia había dejado de nadar mucho antes de que ella hubiera nacido y se habían dedicado a la vida terrestre desde entonces. Gran parte se encontraba lejos, esparcidos en todas las tierras de los trece dioses, por los grandes mares de hierba de las regiones de Ítalo y Kaz, los desiertos de neblina de Abor, en la región de la diosa Enhral, e incluso en las montañas congeladas de los cinco grandes imperios de Enrhe, en el centro de Gersek. Ella nunca había entendido porque alguien querría viajar tan lejos cuando había tanto que ver en los grandes mares de Blontar, pero nunca le había dado mucho pensamiento al asunto.

Su familia había evitado durante mucho tiempo que ella se relacionara con el mar, habiendo pasado gran parte de su infancia en el centro de Olas, relacionándose con otros como ella y con especies menos gustosas del agua. A pesar de todo eso, Onlar inevitablemente llegó a amar el mar tanto como muchos otros de su raza.

Aún podía recordar cómo había empezado todo aquello, cómo había encontrado a la bestia y cómo había decidido alejarse hasta tan lejos de la isla ignorando todas las advertencias que había recibido durante toda su vida. A pesar de su convicción, podía sentir una sensación de nerviosismo que le subía por la garganta conforme la oscuridad se hacía más profunda. Continuó nadando durante varios minutos, que rápidamente se fueron acumulando sin que ella se diera cuenta. Mientras descendía, se fue perdiendo en sus pensamientos.

La primera vez que la escuchó, había sucedido bastante tiempo atrás, en una región particularmente seca de la isla de Olas. Era uno de los tantos viajes nocturnos que ella solía hacer durante los primeros días de cosecha. Aquella tarde había ayudado a los demás habitantes de su comunidad a realizar los preparativos para la gran celebración de la temporada Ornicia.

En aquel momento, el gran orbe amarillo ya se encontraba en el horizonte, brillando débilmente con un tenue color rojizo, mientras el otro lado del cielo se empezaba a pintar de un morado oscuro y las primeras  estrellas aparecían en el firmamento. A su derecha varios espacios terrosos irregulares flotaban en el firmamento, estáticos, con sus grandes campos verdes, cafés y azules teñidos tras una fina capa del mismo color del cielo. Eran las demás regiones del Dios Arkaol, los tres más grandes, que se destacaban por encima de los demás, Orontar, Biromator y Escrarbor. Al fondo se veían varios más, incluso la pequeña zona de Emantor, casi siempre oculta tras la enorme tierra arenosa de Escrarbor, se asomaba tímidamente junto con las demás regiones del firmamento.

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