Capítulo 1

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Alma siempre fue una muchacha de largo cabello negro, gorda, y morena.

En su adolescencia no faltaba ese comentario de "mira a esa morcilla con patas" pero ella, nunca se enganchó en las burlas de sus compañeros de clase.

Almita Quintana creció y se hizo una mujer fuerte, empoderada, decidida y talentosa.

Le costó varios años pero terminó trabajando de lo que más le gustaba, enfermería.

Así conoció a su jefe, Martin Guevara, doctor, pelirrojo de ojos color verde y con el rostro repleto de pecas.

Así comienza esta historia.

— ¡Alma! El señor Gómez se ensució otra vez, tenés que limpiarlo y ponerles suero. — dijo mi jefe.

—De acuerdo señor. —dije y me levanté de la silla.

Hace un año trabajo para el Doctor Martín Guevara, trabajamos en la clínica privada de Oscar Guevara, su padre, quien me contrató entre las mejores tres pasantes.

Sí, entre las mejores tres pasantes, y su hijo, mi jefe, me manda a limpiarle el culo a señores que no pueden hacerlo por sí mismos.

Él sabe que soy muy capaz pero hace un año desde que Carla, mi compañera y amiga, comentó que tenía cara de burro y yo me reí, nos tiene en la mira. En su defensa puedo decirles que no sabía que estaba detrás de ella, y yo menos.

Hace tres meses nos tiene limpiando traseros, bañando abuelos y poniendo suero. No me quejo pero quiero estar en urgencias, en la acción, suturando, curando golpes, etc.

Bueno me voy a dejar de quejar y voy a volver a mi trabajo, que para eso me pagan. No está dicho por mí, sino por mi jefecito.

Luego de terminar de limpiar y aplicarle el suero a el señor Gómez, me lave las manos y me quedé a su lado.

Arturo Gómez es un abuelito que sufrió un ACV hace dos meses y casi no tiene movilidad, su familia adinerada, por supuesto viene a visitarlo cada dos semanas y le paga a la clínica para cuidarlo hasta que se mejore. No puedo creer lo descorazonados que son sus nietos, ni siquiera un " che viejo ¿cómo estás?" aunque creas que es una pérdida de tiempo, ellos lo agradecen.

Yo les soy sincera me encariñé con él, se parece mucho a mi difunto abuelito Raul, que lo extraño mucho y no hay un día que no piense en él.


— ¡Almita! ¿Otra vez te mandó a vigilar al señor Gómez?

— ¿Carla qué haces acá? —miré sorprendida a esa rubia de pelo corto.

—Es que me mandó a limpiar al señor Suárez y me escapé— reí.

—Pobre señor Suárez, le tocó la peor enfermera del mundo— abrió la boca con sorpresa.

— ¡Qué mala sos! me tenés envidia porque pude escapar y vos no— ambas reímos.

—No te olvides que por vos estamos en este problema, sino le hubieses dicho que tiene cara de burro, capaz que no estaríamos así. — le reproché.

—Vos porque estás enamorada del colorado, sino también verías que tiene cara de burro— rió.

—¡¿Yo enamorada?! Estás loca, vos diciendo disparates siempre— me avergoncé.

—Dale Alma, que te conozco y sé que hace un año estás totalmente caliente con el doctorcito— negué con la cabeza.

— ¡Carla, cerrá la boca!— rió.

— ¡Negalo boluda, sabes que tengo razón! pero lo que no entiendo es cómo ese nabo nunca se dio cuenta. Si hasta el señor Gómez lo sabe, y el hombre se la pasa durmiendo. — me alejé de ella.

—No es cierto y no lo metas en esto. — rió.

— ¡Qué no! Si el otro día cuando me quedé a dormir en tu casa, gritaste: Uhhm, sí Martin, ahí me gusta. Mentirosa. — abrí los ojos como platos.

— ¡Qué no! Si el otro día cuando me quedé a dormir en tu casa, gritaste: Uhhm, sí Martin, ahí me gusta. Mentirosa. — abrí los ojos como platos.

— ¡Cállate, que te van a escuchar! — me tapé la cara mientras ella reía.

— ¿Es en serio? grité tan fuerte— ella asintió.

—Igual, me da curiosidad que soñaste. Algo tan caliente tiene que ser escrito, seguro soñaste que es un dios en la cama y es tan soso.— la miré de reojo.

— ¿Te consta?— soltó una carcajada.

—Ni ahí, pero se ve algo soso— suspiré aliviada.

—Bueno, acá entre nos, últimamente tengo bastantes sueños calientes con Martin, pero no son intencionales y me acuerdo de cada sueño— se sentó en la silla blanca cerca de la puerta.

—Cuéntame uno, por favor hace meses que nadie revuelve este guiso— solté una carcajada.

—Sí a este tampoco pero te juro que cada sueño cuenta como un aventura. El primero que tuve fue hace siete meses y después de ese sueño, nunca pude verlo igual. Estábamos en su oficina, le llevé unos papeles y me dijo que siempre le gusté y que quería probar mi piel morena. Yo estaba en trance en el sueño y le dije que yo también quería probar cada una de sus pecas pero no me animaba, y él me tomó del brazo y pasó...

— ¿Qué pasó? — dijo una voz masculina.

Abrí los ojos miré al señor Gómez aterrada, y luego vi entrar al Doctor Martin, yo temblaba como un chihuahua y Carla quedó boquiabierta. Ambas lo miramos en shock y él esperaba una respuesta.

— ¿Entonces Señorita Quintana? ¿Qué pasó en su sueño?— me quedé sin palabras.

No otra vez.

Las fantasías de Alma / Historia Corta [#5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora