VII

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Lan WangJi se encontraba descansando en su habitación mientras sus oídos eran inundados por la suave y armoniosa melodía proveniente de su guqin. Mantenía sus ojos fijos en las cuerdas sintiendo su corazón calmado y cálido pensando en la hermosa sonrisa de su esposo.

Fue entonces, cuando Lan WangJi recordó el diario del menor.

Había pasado más de dos semanas desde el último vistazo que le había dado al libro y la verdad era que no quería ni pensar en él, y sólo deseaba mimar y ser mimado por Wei Wuxian. En ese tiempo, sus emociones fueron muy fluctuantes y su estado de ánimo sólo podía mantenerse neutro y calmo cuando estaba con el menor, de lo contrario podía llegar a sentirse molesto e irritado sin razón aparente.

La melodía se detuvo y el silencio inundó la habitación casi por completo de no haber sido por el ruido proveniente del fuerte viento del exterior haciendo que pensara en que ojalá su esposo estuviera abrigado en ese momento.

En realidad, Wei Wuxian había salido en la mañana y aunque ya era poco más del medio día, el menor no había regresado. Esto no suponía ningún problema, sin embargo, no podía evitar preocuparse debido a que él no le había dicho a dónde iba; lo cual tampoco suponía nada malo, no obstante, su esposo siempre le decía en qué lugar iba a estar.

Dejando escapar un suspiro, Lan WangJi se levantó, caminó hasta el escondite en el suelo y sacó el cuaderno antes de volver a colocar la tablilla y dirigirse hasta la cama en la habitación interior.

Luego de acomodarse en el lecho, Lan WangJi abrió el libro buscando la última parte que leyó y cuando la encontró se sorprendió levemente después de que al pasar varias hojas no pudiera encontrar ningún texto. No fue sino hasta que llegó casi al final del cuaderno, que finalmente encontró un nuevo escrito.

» Cuando me enteré de que Lan Sizhui era el mismo niño que cuidé en los tumultos funerarios, mi corazón latió con rapidez de la incredulidad, pero también de la felicidad.

» Realmente creí que A-Yuan había muerto junto con sus demás parientes.

» Recuerdo vagamente la primera vez que nos conocimos, fue cuando liberé a los remanentes Wen del dominio de la secta Jin. Él estaba temblando de miedo y se aferraba a la ropa de la abuela, pero incluso si sus lágrimas caían por sus mejillas, no hizo ningún ruido.

» Cuando lo cargué por primera vez para llevarlo, se quedó tan quieto y callado como si fuese una efigie.

» A-Yuan estaba congelado del miedo.

» Al principio no me importaba, pero después empecé a acercarme a él y me llamaba con su tierna voz infantil: "Xian-gege".

» Nunca me habían llamado de una manera tan cariñosa y familiar.

» Me gustaba jugar con A-Yuan y debido a que Wen Qing siempre me mandaba a vender rábanos, terminé por llamar al niño: "Pequeño rabanito". Incluso una vez lo enterré en la tierra junto a los rábanos diciéndole que de la tierra saldrían hermanos menores para jugar con él.

» En ese momento, yo también llegué a creerlo por unos segundos antes de que Wen Qing llegara a regañarme por tratar al niño como una cosa.

» Sabía que no era saludable para un niño tan pequeño quedarse aislado en los tumultos funerarios, además, la mayoría de niños ya eran mucho más grandes, ya entrados en la adolescencia que no podían jugar con él porque tenían que ayudar en las labores para mejorar nuestra calidad de vida.

» Fue entonces cuando decidí sacar a A-Yuan y darle un paseo.

» A pesar de mi deficiente memoria, recuerdo claramente la cara de Lan Zhan cuando era observado por las personas mientras A-Yuan se aferraba a su pierna y gritaba: "¡Papá!", pero definitivamente lo mejor de todo fue cuando lo saludé y le dije que A-Yuan era mi hijo.

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