Las calles de New York se extendían ante mis ojos a medida que avanzábamos y el sol perdía intensidad. Los grandes edificios se alzaban alrededor, la gente pasaba y las luces comenzaban a encenderse, apenas unas cuantas, pues el sol seguía en el cielo.
No sabía a donde íbamos, pero tampoco quise preguntar a pesar de que la curiosidad me estaba matando. Supongo que quería que fuera sorpresa, así que decidí simplemente seguirla.
Los edificios eran enormes. Pero este no tenía comparación; altísimo y con una extensa historia detrás.
—Llegamos —Addison abrió la puerta del coche y me extendió su mano, la tomé y salí del coche solamente para admirar la gran edificación que tenía frente a mí; el empire state.— Vamos, esta no es la mejor parte.
Entramos al edificio y había muchísimos turistas esperando subir. Addison se apartó unos segundos de mí y se acercó a un hombre de uniforme formal que estaba a unos cuantos metros de nosotras. Intercambiaron un par de palabras y el asintió. Ella dio la media vuelta y caminaron hacia mí.
—Por aquí—señaló y nosotras lo seguimos.
Caminamos hasta el elevador y subimos. Las puertas se cerraron, dejando al hombre afuera.
—¿No le temes a las alturas, verdad? Olvide preguntarte —preguntó una vez que estuvimos solas— Porque si es así dime, te lo prometo que no hay problema.
Reí por su preocupación y contesté:
—No, no tengo acrofobia.
—Bien —sonrío y asintió—. Quiero ver esto contigo.
—Y con veinte personas más — bromeé—. No quiero arruinar tus planes —miré al techo—, pero ¿viste la cantidad de gente que hay allá abajo? Más la que está aquí.
Ella rio y volvió la mirada hacía mí.
—¿Quién dijo que vamos al piso ochenta y seis?
Las puertas del elevador se abrieron y la ciudad entera apareció ante mis ojos.
Caminé fuera del elevador asombrándome con la vista desde aquí; la ciudad a través de los enormes cristales que rodeaban la habitación vacía.
Me acerqué con cautela y puse la mano sobre el cristal, disfrutando de la altura.
La puesta de sol había comenzado; el cielo adquiría sus característicos colores rojizos, leves morados y algunos azules.
Las nubes adornaban el paisaje y la mujer a mi lado admiraba lo mismo que yo a través del cristal.
Suspiró y puso su mano sobre la mía.
Pasaron los minutos y yo no me cansaba de admirar el cielo y del calor que desprendía su mano sobre la mía.
El sonido del elevador nos hizo dar la vuelta y de dentro salió un hombre alto y que portaba un traje azul marino.
—Doctora Montgomery, es un placer conocerla.
—Un gusto —estrecharon sus manos— Doctora Meredith Grey —me presentó y correspondí a su saludo.
—Por supuesto ¿Cómo no conocer a la ganadora del Catherine Fox? —mencionó aun estrechando mi mano.
—Bueno, no hay mucho que decir —sonreí ligeramente.
El hombre sonrío y recibió una llamada muy breve. Cuando colgó las puertas del elevador se abrieron y Addison tomo mi hombro y entramos al elevador juntas.
—Es un placer tenerlas aquí. Disfruten.
Las puertas nuevamente se cerraron y cuando estaba lista para el descenso el elevador ascendió.
Pasaron algunos segundos hasta que se abrió nuevamente y una ráfaga ligera de viento me golpeo.
—Piso ciento tres, Mer.
No había cristal ni una gran reja.
Era pequeño, y solo una pequeña barandilla nos separaba del vacío.
Avancé y apoyé mis manos en el frío metal.
La vista era sencillamente majestuosa e inigualable. No había vista que se le comparara. Los colores del cielo habían adquirido más intensidad.
Y ella combinaba con el cielo. Con su melena rojiza y sus ojos azules.
Jamás me cansaría de ver esto. Fácilmente podría pasar horas admirando el panorama.
Me abrazó por detrás y apoyó su cabeza en mi hombro.
—¿Cómo? —susurré.
—Suerte.
Me reí de su respuesta y junté nuestras cabezas.
El ocaso se hacia presente enfrente de nosotras.
Solas, en uno de los puntos más altos de la ciudad y a más de trecientos metros del suelo, dos mujeres estaban disfrutando de esto tan reciente.
Solo ella y yo.
Tan vulnerables y expuestas.
Estaba viviendo uno de los mejores momentos de mi vida, y era muy consciente de ello.
Suspiré y disfruté de tenerla aquí, junto a mí, viendo el sol ocultarse. Nuestras respiraciones fusionarse con el aire y con sus manos sobré mi cintura.
Olvidé muchas cosas en ese momento.
Solamente consciente del ahora.
Volteé para verla y sus ojos celestes me miraron con ternura.
Solo pude sonreír y admirar con detalle su rostro desde mi perspectiva, para grabarlo en mi mente, esperando que el recuerdo me dure al menos una vida.
Besé su frente y volví mi vista al cielo frente a nosotras, deseando que el final aún estuviera muy lejos.
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The last
Romance"Ni una eternidad hubiera sido suficiente para amarte". Años después de la muerte de Derek, Addison decide cambiar de aires y regresa a Seattle para incorporarse al equipo quirúrgico del Grey+Sloan Memorial Hospital, donde se reencontrará con Meredi...