Oneshot.- La historia de un monstruo que quería ser amado

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Estaba muy feliz, era su cumpleaños después de todo. Se tomó bastante tiempo para prepararse un pastel con pan y algunas hierbas que recolecto mientras regresaba a casa. Sus ojos amarillos se pasearon por toda su habitación, una mirada traviesa llena de vida. No supo porque pero "después de todo eso" era feliz.

Bajo las escaleras apresuradamente a travesando una puerta de madera donde estaba una mujer joven preparando la cena de ese día. El niño se puso a su lado repitiendo: "Es mi cumpleaños" como si no le faltara el aire para volver a decirlo una y otra vez.

No supo que había pasado.

No supo porque a veces la crueldad se manifiesta de todas las formas inimaginables.

Entendió, que la realidad te puede golpear y masacrar hasta el punto de quitarte "esa" sonrisa.

El golpe de su madre le propino un grito ahogado en sus propias palabras. Un grito el cual ya se había acostumbrado cada mañana, en cada momento del día. Su cabeza sangraba causando que el dolor fuera lo de menos. Atino solo a llorar como un niño pequeño mientras la mujer que estaba en frente de él le daba aún más golpes y pisoteadas.

El solo quería ser amado.

A él no le importaba cuantos golpes más le diera su propia madre.

A él no le dolía eso.

Sino le desgarraba ver que no era querido.

Sollozando se levantó con su camisa hecha un desastre dirigiéndose a su único espacio donde era feliz. Se encerró en su cuarto hasta que con tanto llorar se quedó dormido. Era tratado todos los días como un perro cualquiera. Era muy normal verlo de esa manera. Nadie se preocupaba por él.

Sin embargo, el no odiaba a nadie.

No sabía el significado de esa palabra aun.

No después de ese día.

Sus gritos aumentaban cruelmente mientras recibía como regalo más y más de lo que había sucedido en la mañana. Era de noche....Nadie oiría sus gritos. Su corazón se volvió de piedra, ya no había más risas en su interior.

Ya no había piedad.

-Por favor...-Suplico en un susurro leve-Detente...-. Los golpes se volvieron aún más intensos. Su madre solo disfrutaba aquel morboso espectáculo. Él había nacido sin un padre, no poseía hermanos. Era el único que se levantaba cada mañana para traer un pedazo de pan a esa casa. Aun así, era el que más sufría.

Siempre lo escondió detrás de una sonrisa a los vecinos y sus amigos, pero muy dentro de él, un grito de ayuda se desgarraba día y noche mientras cruelmente veía la risa de su madre.

-Te perdono-Dijo perdiendo poco a poco la vista, todo a su alrededor comenzó a fundirse, estaba a punto de caer desmayado-Te perdono todo...-Sonrió con algunas lágrimas cayendo por sus sonrojadas mejillas, su mano helada acaricio la mano de su madre, la cual había parado de golpearlo- Pero...Tu no lo harás, ¿no?- Su madre se apartó de golpe ya que vio que una sonrisa sínica aparecía en el rostro de ese pequeño que día a día recibía la crueldad que ella le daba.

El pequeño la miro, sus ojos relampagueaban de furia combinada con tristeza.- Todos estos días, tratando de aunque sea que tú me pidas perdón, Que aunque sea tú me ames como soy...-Levanto su puño muy cerca de ella-Pero, ¿Qué recibo? ¿Te parece justo? ¿TE PARECE BIEN QUE YO TE DEVUELVA EL FAVOR?- Mucho más cerca de su madre pero aun así mucho más lejos de ser feliz.

Duro poco, el dolor consumió todo su ser. Comiendo poco a poco su perforado corazón. Alimentándose de aquellos vanos deseos de un niño que solo quería ser querido por su madre. El cuerpo de ella quedo en el suelo en evidencia de todo el daño que le había causado.

No supo porque...Pero desde ese momento, aprendió a no amar a nadie más que a sí mismo. Era muy tarde para que alguien lo salvara de ese agujero tan grande que quedo grabado en su interior.

Habían pasado más de 8 años desde que eso había pasado. Se valió por sí mismo ya que había aprendido a trabajar y recibir insultos de todo tipo. Se cambió de nombre ya que no quería saber más de aquel nombre que le había puesto su madre. Fue cuando decidió servir a otros, sin involucrarse mucho con la gente. Ahora era un joven de 16 años, con una mirada fría y sin sentimientos. Veía al mundo como si no existiera, como si solo el fuese ese mundo donde la felicidad había acabado.

El necesitaba desesperadamente de ese alguien que cambie el egoísmo por el amor. El requería de una persona que le dijera que todo estará bien.

El necesitaba de una persona que le diera una segunda oportunidad de ser feliz. De cerrar esas heridas que aún estaban abiertas...De alguien que le alegre el día.

De una persona que cambiara el: "Quiero desaparecer de este mundo" por un "Gracias".

Cuando las palabras sobranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora