Un cambio de corazón

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Era un bello día de domingo cuando las bellas bebés abrieron sus hermosos ojitos al mundo por primera vez, eran la alegría del lugar, todos vinieron a verlas, sus cabecitas cubiertas de pelito negro como el azabache, su piel tan blanca y suave como el algodón, estaban en su cunita, ambas acurrucadas una junto a la otra, parecían una pelotica de nieve, eran como dos gotas de agua, idénticas, no se podía encontrar la diferencia entre ambas, las nombraron Lana y Lena.

El parto se efectuó en la casa con ayuda de la comadrona de la comunidad, porque su pobreza era tal que ni siquiera tenían dinero para pagar la atención medica adecuada en estos casos, en cuanto supieron que traían gemelas, se desesperaron tanto que los llevó a cometer el peor error de sus vidas y del que se arrepentirían por siempre, pero ya no había vuelta atrás, horas después del nacimiento el que había traído tanta luz, también traería oscuridad, la madre lo supo en cuanto las tuvo entre sus brazos, pero ni modo, un trato era un trato y ya era hora de cumplirlo, la familia Parrilla había llegado, ya conocían el sonido de su auto de tantas veces que vinieron a visitarlos durante el embarazo para asegurarse de que todo estuviera bien y de que cumplirían con lo acordado, la Señora Parrilla estaba tan emocionada por tener un bebé que su felicidad era muy contagiosa, tuvieron que elegir entre las dos bebecitas, con lágrimas en los ojos vieron como Lana se alejaba para siempre de ellos para no verla nunca más, por lo menos tenían la satisfacción de haberlas nombrado antes y que el sacrificio serviría para al menos alimentar a la bebita Lena los primeros meses, aunque sabían que la lucha apenas comenzaba y así fue.

Mientras ellos casi perdían los cabellos para darle de comer a la niña Lena, Lana crecía entre sábanas de seda y cunas de oro al otro lado de la ciudad sin saber de la existencia de su hermana.

Lena pronto comprendió que la única forma que tenía para ayudar a sus padres era trabajando también, por lo que desde muy pequeña tuvo que ponerse a hacer lo que fuera para traer el plato de comida a la casa, mientras sus padres trabajaban para que ella pudiera estudiar. La suerte de su hermana Lana fue totalmente diferente, siempre asistía a los colegios más caros donde recibía la mejor educación.

Cuando cumplieron la mayoría de edad, seguían siendo igualitas, ambas se convirtieron en jovencitas muy hermosas y atractivas, sus cabellos seguían siendo negros como la noche, solo que Lana lo lucía muy largo y Lena lo cortaba porque sus escasos ingresos se lo exigían, además que quería estudiar y para ella era más importante su futuro que su apariencia personal, aunque sin esforzarse era tan bella como su hermana, que vivía de estética en estética preocupándose solo por lucir aún más hermosa, no le importaba más que derrochar el dinero que le sobraba, su ropa era de marca, viajaba por todo el mundo, dormía en los mejores hoteles y la mejor atención era para ella, no se preocupaba por su futuro, si lo tenía todo.

A duras penas, Lena logró ingresar a la escuela de enfermería, siempre le gustó ayudar a los demás, así que comenzaría con la enfermería y ya después, quizás continuaría con la medicina, era muy aplicada y muy estudiosa, por lo que logro ser la mejor de su clase al graduarse.

Lana no sabía otra cosa que no fuera de viajes y darle dolores de cabeza a sus padres, se reunía con sus amigos quienes eran mala influencia y la llevaban a donde se efectuaban carreras clandestinas de carro, por este motivo muchas veces terminaba durmiendo en la policía y pagando grandes sumas de dinero, no le importaba nada, cuando todo terminaba continuaba yendo a correr sus lujosos autos que muchas veces terminaba estropeando debido a los choques.

Los valores con que Lena creció, eran totalmente diferentes, era amable, dulce, hacendosa, amorosa, sumamente educada, el orgullo de sus padres, quienes lloraban cada vez que la veían esforzándose tanto para construir un futuro mejor, ya estaban muy viejitos y todavía seguían arrepintiéndose por haber separado a sus dos hijitas, aunque jamás supieron qué había sido de su vida, sin imaginarse que sin importar todo el dinero que sus padres adoptivos le hubieran dado, Lana era una mal educada, desconsiderada, desobediente y altanera, sin duda alguna, haber crecido sin ellos no fue lo mejor que le sucedió y no era que los Señores Parrilla fueran de mal corazón, al contrario, por querer darle todos los gustos a su pequeña, por complacerla en todo, por ser concesivos, por ser complacientes y tolerantes, la educación de su hija se les había ido de las manos en un abrir y cerrar de ojos.  

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