Volcán

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El viento frio lastima los pulmones. Es un dolor sabroso, que te abre el pecho y del que solo gozan los que viven alto, por las montañas al lado del volcán. Los arboles erguidos se muestran elegantes, formados en un extraño orden de coas. Sus troncos rígidos y blancos fragmentan el espacio. Los sonidos se mezclan y entran dulcemente por los tímpanos. No es la sinfonía usual, esta vez se distinguen melodías poco convencionales para el hombre moderno. Los rugidos de los motores se sustituyen por los del viento. Las bocinas de las tiendas se verían opacas ante las canciones de las aves, que trinan en un incomprensible compás. Bajo los pies las hojas secas se quiebran, lanzando al aire gritos disfrazados de crujidos. Una extraña sensación te envuelve, te humedece el alma y con ella los ojos; te obliga a fruncir la cara, a mostrar los dientes sin razón aparente. La sanguaza de los cielos se derrama de su azul recipiente, remplazada por un azul intenso y oscuro del que sobresalen luciérnagas distantes que se vuelven vigorosas mientras las antiguas pinceladas rojas se hacen nulas. Los ojos bien abiertos, intentando no pasar por alto ningún detalle de tan fragantes imágenes. Los brazos temblando de excitación. La sangre parece perder su espesura. Como un espejo, las casas en la sima se llenan de lucecitas, las olas de gente pierden su bravura y poco a poco el leve murmullo que aún podía escucharse, se calma. Por instantes te haces primitivo, el tiempo se desenfoca y solo hay presente. Te haces forajido sin pasado ni futuro, solo un corazón que late implacable, vigoroso, deseoso de escaparse y sentir. Cuando logras enjuagarte las ansias tomas las herramientas y las lanzas al interior. Te montas. Manchas la escena con el motor y te cubres con las farolas que guían el camino hacia abajo, deseoso de volver y sentirte volcán. 

VolcánWhere stories live. Discover now