Tom miraba a lo lejos las luces del castillo, enfocaba sus ojos en la torre principal que parecía haber sido barnizada con plata fina, los copos de nieve caían como azúcar glass a un enorme pastel, corría a paso firme y de vez en cuando se detenía para alzar la vista al camino y no perderse entre la nieve.
Suspiraba aliviado haber llegado a tiempo, apresuraba el paso mientras acomodaba su traje de sastre negro y se peinaba los cabellos que caían en su frente con una mano húmeda de saliva, se incorporaba a una fila de camaradas vacilando y riendo despreocupados.
—Tom, apresúrate Dianna ya ha tomado lista y tuvimos que fingir tu voz gangosa para que seas tomado en cuenta al final de la noche.— Se burlaba su mejor amigo Liam mientras el joven sudoroso se limpiaba la frente con un pañuelo.
—Me sorprende que te hayan creído, últimamente tu voz es la única aguda entre todos aquí, ¿Aún esperas la pubertad Liam?— contestó sonriendo mientras se abría paso entre la multitud.
—¡Muy bien chicos, atención!, que todo salga como en los ensayos, espero que todos se comporten y porfavor traten de hacerse espacio entre los invitados, necesito que estén por todo el salón.
Se alzo en tono de comandante y un minuto después una voz mas suave comenzó el conteo —1, 2, 3 ,¡ Mucha suerte a todos!— Dianna sonreía emocionada e inyectaba de energía a los chicos.
Los meseros entraron por las puertas laterales del salón, Tom y Liam tomaban sus charolas y con una cara seria impropia de su edad comenzaban a abrirse paso delicadamente entre los vestidos pomposos y los trajes finos que portaban los invitados por el festival de la natividad.
Tom un joven alto, de buen porte que aparentaba mayor edad por su complexión, era el tipo de muchacho que solía ocupar tantos trabajos temporales sean necesarios con tal de abrirse camino en el reino, le gustaba ser parte de un mundo deslumbrante y admiraba a detalle el modo en que las personas adoptaban un porte elegante una vez pisaban el recinto, era mágico ver como sus vecinos llegaban con grandes mangas de colores pastel y bigotes falsos pegados con gelatina aparentando estar en una fantasía sin fin de alegría y abundancia, le apasionaba el festival tanto así que el mismo ayudó a confeccionar el vestido que su hermana llevaría aquella noche y con el cual concursaría.
Estaba clara su pasión por la arquitectura, su respeto a la tradición, pero también le quedaba claro su falta de talento con la danza, un detalle importante para poder pertenecer a la crema y nata de la sociedad, aquellos grandes bailarines y coreógrafos que tenían una habitación propia en el castillo, un sueño que su pequeña hermana aspiraba tener algún día.
En cambio Natalia joven hermana de Tom, tenia una gracia natural, delicadeza en sus movimientos y presencia escénica que la llevaron a ser de las favoritas en la contienda, tan protector como su madre le enseño, orbitaba alrededor de Natalia aún cuando esta se quedaba inmóvil, entonces Tom se plantó a lado suyo ofreciendo panecillos.
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La princesa y el bailarín
FantasyUna princesa deberá encontrar al bailarín que rompa la maldición que azota a su reino, ella esperaba ser rescatada, sin embargo ella tendrá que luchar por su pueblo y encontrar la belleza que la maldición reclama. Esta leyenda llenaba de espe...