1. mal humor.

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Toma a sorbos la copa de brandy. Es lo último de la botella que brilla por los rayos secos de la tarde que da de lleno por el ventanal de la sala.

En su sofá, duerme profundamente la secretaria de su esposo. Una mujer que de algún modo, sin el maquillaje cargado y usando su vestido favorito, es más parecida a ella que cualquier otra mujer. De repente suena su teléfono celular. Es su esposo.

— Hola cariño — dicen del otro lado del teléfono y ella se muerde el labio intentando controlar la ira que tiene atorada en la garganta.

— Hola señor... — dice imitando la voz de la secretaria.

— Estas con ella...

— Si, así es...

— ¿Aún no le has dado a tomar las pastillas para dormir?

— No—sonríe

— Ah, ya veo amor. Te espero en el lugar de siempre para fijar nuestro viaje después del funeral...

— Ah sí... si... entiendo, ahí estaré- colgó y quiso estrujar ese teléfono entre sus manos, y quiso reventar la botella contra el vidrio y quiso ponerse a llorar, pero en cambio a eso soltó una risa tan irónica, tan asfixiante, que más que parecer que un ataque de ira, le hubieron contado la historia más dantesca y cómica de su vida.

De repente un mensaje: "no olvides abrir el gas, antes de salir..."

— Claro que no lo olvidaré — susurro aun entre risas que lentamente se deshacían dejando solo un seco suspiro. — es una lástima que tu lindo rostro quede más negro que el carbón— dijo mirándola fijamente con una expresión triste.

Luego se puso la ropa de la secretaria, uso el maquillaje que había en su bolso para maquillarse como ella, se puso sus medias y se calzó sus tacones. Al verse en el espejo, ya no era la esposa de aquel hombre que le había traicionado, se había convertido en la amante que ahora duerme tomando su lugar.

Después de echar en el bolso de la mujer sus documentos, dinero, fue a la cocina —Pobrecilla— dijo abriendo las perillas de gas a tope. Entonces como lo suponía, un hombre esperaba en la entrada de la casa.

— Ya está dormida— dijo sin verle directamente

— No se preocupe, no quedará evidencia de que usted estuvo aquí

Sonriendo cruzó el umbral del jardín. A cada paso hacia la calle principal, comenzó a sentir que alguien la perseguía, que sus manos perdían el calor, que la sangre se le estancaba en la boca del estómago, que el aire que respiraba se convertía en fuego en sus pulmones y que los tacones de esa mujer eran mucho más grandes que la talla de sus pies.

Al llegar a la avenida congestionada, comenzó a hacer pare a los autos que pasaban. Unos minutos después un auto gris se detuvo, el conductor le abrió la puerta de atrás para que subiera.

— ¿A dónde le llevo? — preguntó el hombre quien parecía ser asiático. La mujer que le acompañaba era mayor y se veía enojada.

— ¿Podría acercarme a la carrera séptima por favor?

— ¿acaso esto es un taxi? — dijo la mujer en tono molesto en un perfecto japonés, el hombre la vio también molesto pero no respondió — no debe tardar en preguntar esas pendejadas que nos preguntan... no debiste haberla recogido... los latinos esto... los latinos aquello...

Ella la veía fijamente, mientras poco a poco el sentimiento ansioso que tenía desaparecía. De repente una explosión se escuchó a lo lejos, le hizo voltear a ver por la ventana notando que ya habían avanzado unas cuantas calles.

— ¿Hablas chino?— dijo el hombre de repente

— ¿Señor?— dijo viéndole desconcertada

— Nuestro idioma, ¿lo sabes?— insistió

— No... — mintió

— Ah, ok, ok.

— Menos mal — dijo la mujer en su idioma

"Idiotas" pensó para sí, mientras poco a poco bajaban por la pendiente de la circunvalar. El sol del atardecer atraía el frio intenso de la noche despejada. 

¿que es lo que mas odias?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora