Prólogo

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Eran las 4 de la mañana en la ciudad de Maracay, estado Aragua - Venezuela, a esa hora de la mañana la única alma despierta era de José Antonio Suárez de 25 años que estaba saliendo del edificio donde vivía, con una pequeña mochila en mano y vistiendo unos shorts y una franelilla, tenía pensado ir a la playa con sus amigos.

Y si, nadie va a la playa a las 4 de la mañana, pero él junto con sus amigos tenían por costumbre ir lo más temprano posible "salimos a las 4, llegamos a las 6 y nos vamos cuando el cuerpo ya no aguante" decían entre ellos.

José vivía en una zona llamada urbanización San Jacinto, un área muy transitada de Maracay que también cuenta con una zona comercial, él acordó esperar a sus amigos en una licorería llamada "refugio para hombres maltratados 2" el nombre le hizo mucha gracia tanto a José como a sus amigos y se terminó volviendo su punto de encuentro.

Pero cuando José fue hacia esa licorería notó que estaba cerrada, usualmente ese lugar cerraba muy tarde y el se sentaba a charlar un poco con el dueño mientras esperaba a sus amigos, para no esperar en la madrugada el solo, de forma irónica lo convirtió también en su "refugio". José no contaba que ese día el dueño enfermo y no abrió el local hasta dos días después, esa madrugada se encontró con su "refugio" cerrado y un pasillo oscuro casi en su totalidad de no ser por unos bombillos que iluminaban muy vagamente la entrada del local.

José sintió un pequeño escalofrío cuando ve ese lugar todo abandonado, dudó entre quedarse o volver al apartamento y llamar para que lo busquen ahí, pero en su mente recordó a su amigo Javier León que le diría que es un "cagado" durante todo el viaje, el no quería aguantar ese fastidio, así que ignoró su miedo y prefirió esperar en la casi completa oscuridad.

Lo que le pasó a José Antonio no fue producto de su terquedad de esperar en la licorería, su desgracia realmente empezó cuando su amigo Javier se había quedado dormido y no lo pudo buscar a la hora, pobre José, si tan solo hubieras esperado en tu casa...

La madrugada era fría y ya eran las 4 y 20, nada que lo recogían, sacó el teléfono rápido e hizo dos llamadas, no le gustaba sacar el teléfono en la calle, no contestó nadie, se empezaba a poner algo ansioso, no le gustaba nada estar ahí, sentía que lo miraban.

Llamó a su otro amigo, Héctor Molina, le contesta, "ese gafo se quedó dormido" le dijo, también comenta que lo llamará hasta que conteste y que busque primero a José, se queda un poco más tranquilo.

Eran ya las cuatro y media, se escuchaba los pájaros cantar pero el cielo era tan oscuro como si fuera media noche - ¿Será que el sol también se quedó dormido? - dijo para si mismo, el tiempo se le hacía eterno, volvió a ponerse tenso y cuando no podía estar peor miró a su derecha.

A la derecha del "refugio" hay un pequeño centro comercial, era nuevo, en ese entonces solo tenía dos locales abiertos, cuando mira a esa dirección ve algo apoyado en la pared de ese centro comercial, era muy oscuro para que pudiera distinguirlo ¿Era una persona o un animal? Desde donde estaba y con la poca luz que había esa cosa parecía que ni forma tenía.

José lo ve como si fuera el mismo demonio, su mente traicionándolo le recordaba ese mito del "señor de la noche" un supuesto demonio que apareció en una discoteca de Maracay, esa cosa tan solo le bastó con levantarse para que José se asustará, no lo pensó dos veces para empezar a caminar a paso apresurado, pobre, si hubiera sabido que esa "cosa" que miró era un vagabundo envuelto en basura, que se levantaba de su siesta.

Caminó hacia la izquierda, quería llegar lo más rápido a su casa, el escalofrío lo arropaba de nuevo, su piel se puso de gallina y su cerebro le decía a gritos que alguien lo seguía, su corazón empezá a salirse de su pecho, voltea hacia atrás a ver si algo estaba detrás de él, no había nada.

José intenta volver a calmarse, se ríe un poco de si mismo mientras sus piernas aún le tiemblan, bajó la guardia, vuelve a caminar a paso lento, había llegado a un terreno que no era de nadie, dónde solo hay monte y un árbol muerto, en la otra calle estaba una estación de autobuses y si seguía por dónde caminaba se encontraría otra vez en su edificio.

Ya le daba pena volver al "refugio" y algo de miedo, decidió volver a su hogar y esperar ahí al impuntual de Javier, daba igual lo que dijera, cuando camina ya un poco más tranquilo, un hombre un poco más bajo que él caminaba en sentido contrario, José no le prestó mucha atención, no pudo ver bien su cara, solo veía que traía una chaqueta negra.

José titubeó si decirle "buenos días" o seguir de largo, no pensó que el fuera una amenaza, ni mucho menos que, cuando estaba justo al lado de él, ese hombre sacaría una porra y le diera en la cabeza.

Él escucha la porra chocar contra su cráneo, el sonido era semejante a qué la hubiera chocado con un objeto de metal, José sin darse cuenta estaba tendido en el monte, todavía consiente.

Estira sus manos para defenderse, su agresor se pone sobre él, está oscuro, no puede ver su cara, el golpe hizo borrosa su vista y débil su cuerpo, siente su sangre correr por su frente y gotear por su barbilla, su teléfono suena pero no puede alcanzarlo, su voz no sale de su cuerpo, siente que se ahoga y su agresor, sintiéndose poderoso y excitado, le susurra al oído infinidad de obscenidades, que para José eran ruido blanco, estaba tan asustado que su cuerpo entró en shock. Cuando el agresor ve lo vulnerable que se vuelve José, empieza...

No duró mucho, para José fue una eternidad, pero realmente apenas duró dos minutos, José Antonio pasó una hora tendido en el suelo, no podía ni asimilar que le había pasado, tardó diez minutos en levantarse y otros treinta en llegar a su casa, caminaba tan lento como una tortuga mientras sus shorts sangraban, no notó que su teléfono estaba a reventar de llamadas y sus amigos pensaron que se había molestado y que no quería ir ya. Javier y Héctor se fueron a la playa a las 6 y 10 de la mañana.

José Antonio Suárez, se suicidó dos días después... Nadie supo porqué

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