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La rosa con aires de divinidad me hirió profundamente, cuando yo solo intentaba acariciar su delicado pero imponente manto rojo, como pocas otras, antes de llegar a su gracia plena, sufrió incontables tormentas e inviernos, la debilitaron, la destrozaron, dañaron tanto su ser que, a cualquiera que ose acercarse, lanza sus gruesas y filosas espinas.
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Espíritu SoñadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora