CAP. 1

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CAPÍTULO 1

Kerda Jennings

Manejaba hacia la escuela con un aspecto terrible: tenía unas ojeras de cinco días con restos de rímel, lo cual me hacía lucir tenebrosa, y el andar vestida de negro no ayuda mucho a hacerme ver como una persona común y corriente. Literalmente era la viva estampa de Merlina Adams. Se me hace difícil llegar a la escuela viva ya que había un sol que derrite las piedras, entrecierro los ojos para poder ver mejor la carretera. Prefería los días nublados y lluviosos, así podía encerrarme en mi biblioteca a pasar horas y horas leyendo como si ni existiera un mañana.

Un bufido salió de mis labios al escuchar mi celular vibrar en el asiento del copiloto. Extendí mi mano para alcanzarlo y ver el mensaje que acababa de llegar.

*Nuevo Mensaje*
¡Ker! ¿Se puede saber en donde estas?

Puse los ojos en blanco. Tenía el "hermoso" privilegio de que mi mejor amiga se preocupara por mi más que mi propia madre, lo cual en cierto modo y para algunas personas puede ser algo adorable o lindo. Para mi no lo era, me hacía sentir totalmente controlada, molesta. Y pues... eso está visto como una actividad sumamente peligrosa. Michelle comenzó a textearme cada vez que me retrasaba ya sean cinco, tres o dos minutos en llegar a la escuela. ¿Por qué? Bueno, motivos tiene —según ella—, un día me desvíe y en vez de ir a la escuela me fui al bosque a leer y pasar tiempo a solas. O al menos eso fue lo que le dije, fue un tanto ridículo lo de "pasar tiempo a solas" porque el 99.99% de mi tiempo lo paso sola, el 0.01% restante me lo paso con Michelle y Brayden, mis dos mejores y únicos amigos. Además de ser también los únicos dos seres humanos en esta tierra con los que AVECES me es agradable estar.

Yo:
Voy en camino. Ni un mensajito más o te bloqueo.

*Nuevo Mensaje*
Mas te vale no desviarte señorita. Yo sé que en el fondo... muy en el fondo de tu hermoso corazoncito me amas.

Iba a contestar, pero el celular se me resbaló de las manos debido al impacto de un choque en la parte trasera de mi auto. Por inercia me fui  hacia adelante haciendo que mi frente chocara con el volante. Algo aturdida decidí ver quien había sido el culpable del accidente. Cerré la puerta hecha una bola de furia y me dirigí hacia el auto que se encontraba prácticamente incrustado en el mío. «Idiota» Di fuertes golpes en el cristal hasta que un chico rubio salió.

—¿Estas bien?—me escanea con la vista, no de una forma descarada pero igual me incomodó.

—¿Yo? Si, pero estaría mejor si hubieras prestado atención mientras manejabas para que así no chocaras mi hermoso auto —espeté mientras esbozaba una amarga sonrisa— ¿Tienes idea de cuanto me costó esa cosa?

Señalé mi TESLA, no había ni una pizca de mentira en lo que dije. Ese carro era el resultado de incontables noches escribiendo y rectificando historias y artículos, de noches de insomnio trabajando en restaurantes y cafeterías, también gozo con el privilegio de tener una mejor amiga que tiene dinero hasta en las plantas de su jardín.

—Yo pagaré los gastos, no te preocupes. —se ofreció metiéndose en su McLaren.

—¡Wow! Problema solucionado, porque lo que pasa es que eres el típico chico adinerado que se lo puede permitir todo en esta vida, y yo la mendiga que no va a aceptar que cubras los gastos del arreglo de su auto —me doy la media vuelta y me adentro nuevamente en el auto colocándome el cinturón de seguridad con la misma molestia con la que me lo había arrancando minutos antes.

Vi a través de la ventana como el chico se acercaba, intentó mirar hacia adentro pero no logró ver nada, gracias a los cristales oscuros. Pensé que se iría, pero lo que hizo fue tocar suavemente.

Si me dejaras amarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora