|| CAPÍTULO DIECINUEVE ||

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CAPÍTULO DIECINUEVE

APOLO

Volver a casa.

Es lo que necesito, es lo que hago después de la semana que he tenido. La mansión Hidalgo me recibe con su altura y sus anchas ventanas. No he dormido nada, y apenas salió el sol, volví a casa. Sé que no me esperan, sé que están ahí dentro en la cocina, desayunando. Este es mi hogar y por alguna razón, me siento como un extraño en este momento.

Con mi llave, abro la puerta y puedo escuchar las voces que provienen del pasillo de la cocina. Quiero subir a mi habitación y olvidarme de todo, pero necesito a mi familia. Así que voy a la cocina, y ahí están: Claudia, con vaqueros y un suéter rojo que hace juego con su pelo recogido en una cola alta, sostiene a Hera en brazos de lado, poniendo el peso de la niña en su cadera. Artemis lleva su ropa negra de ejercicio, está tomando su café con leche y el abuelo está ayudando a picar lo necesario para unos huevos fritos con vegetales.

—Hola —digo, cansado.

Todos me ven absolutamente sorprendidos.

—¡Dodo! —llama Hera y al ver su carita, mis males se esfuman por unos segundos. Ella extiende los brazos hacia mí—. ¡Dodo!

—Princesa. —Me acerco y la recojo, ella me abraza de inmediato.

—¿Estás bien? —pregunta Claudia con suavidad, ojeando lo hinchados que están mis nudillos.

—No te esperábamos, hijo, pero que grata sorpresa. —El abuelo me abraza del lado que no sostengo a Hera—. Te ves...

—Puedes decirlo. —Le aliento y Artemis se aclara la garganta.

—¿No deberías estar en clases?

—Artemis —lo regaña Claudia—. Estoy segura de que si está aquí es por algo. ¿Qué dijimos de ser más... ya sabes, humano?

—No estaba... —explica Artemis—. Solo me preocupa que se haya escapado de clases o que sé yo.

—No soy un niño, Artemis, ya no tienes que actuar como mi padre.

Mi hermano mayor se pone de pie y baja su taza de café. Claudia y él comparten una mirada y él hace una mueca, acercándose.

—¿Qué haces? —pregunto.

Artemis me da un abrazo corto de lado, sin palabras, sé que es su intento de ser más expresivo.

—Me alegra verte —me dice con una sonrisa y me da una palmada en la espalda antes de apartarse.

El abuelo me observa con mucha intensidad, me conoce mejor que nadie. Así que no me sorprende cuando me dice:

—¿Qué necesitas, hijo?

Clau recibe a Hera de nuevo y me sacudo las manos.

—Ayudar a preparar el desayuno, eso... es... —Clau me da una sonrisa cálida—. Es lo que necesito ahora.

—De acuerdo.

El abuelo me explica como ayudarlo y nos ponemos en marcha a preparar un súper desayuno. Todo me reconforta, me hace sentir en casa: El olor del café, de los vegetables recién cortados, del aceite del sartén para los huevos. Escuchar la risa adorable de Hera, y los chistes del abuelo.

Esto es lo que necesito ahora. 

#

Bien abrigado, me siento frente a la piscina, observando lo cristalina que está el agua, casi convenciéndome de meterme en este frío clima. El sol brilla en el horizonte, dándome calidez y tranquilidad. Escucho pasos lentos detrás de mí.

A través de la Lluvia [Hidalgo #3] [En librerías] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora