◇Prólogo◇
Y llegó el momento en que el caos en mi vida se detuvo. Pude sentirme viva nuevamente cuando entendí que mi peor enemiga era yo misma, que la que me retenía en el dolor no era más nadie que yo. En ese momento en el que estás tocando fondo, en el que tu vida no significa nada, miras al rededor y ves como tú mundo se cae a pedazos, y nadie viene a tu rescate. Cuando mi día a día solo se resumía en "oscuridad y dolor" llegó la calma, pero mi calma, proveniente de Dios, tenía nombre y apellido.
Caden me llamo para avisarme de que pasaría por mí a las 5:00 p.m. Tendríamos una cita, nuestra primera cita oficial, ya que las otras habían sido... diferentes. Luego de contestarle con un emoji de ojitos en forma de corazón suspiré llevándome ambas manos al pecho con el celular entre ellas.
Tomé una ducha caliente, para relajarme un poco, ya que la tensión se me salía por los poros. Me coloqué mi vestido rojo vino. Mi cuerpo no es la gran cosa, ni muy exagerado ni muy escaso, diríamos que normal para mi edad, pero con ese vestido me veía fenomenal. Michelle me dijo que no tendría su bendición si no dejaba que me maquillara, así que no tuve otra opción que aceptar. Conté hasta tres y temerosa al resultado final me miré en el espejo.
—Esa chica definitivamente no es Kerda Jennings —susurré encantada con mi reflejo.
—Tienes razón, ya no eres la misma Kerda Jennings, eres tu versión nueva y mejorada. —contestó orgullosa mi mejor amiga.
AMDV:
Estoy abajo, te espero.
Yo:
Ya bajo.
Me despedí de todos y salí al encuentro de mi chico. No pude evitar reír al ver la expresión en su rostro, me encantaba que me mirara así, como si yo fuera indispensable para su vida, el me hacía sentir especial.
—Vas a hacer que me caiga —le di un corto beso en la mejilla.
—Wow... t-te ves fenomenal —tartamudeó.
—Gracias ¿nos vamos?
—C-claro, deja que te abra la puerta.
No tardamos mucho en llegar y ocupar nuestra mesa, Caden me dijo que necesitaba ir un momento al baño, por lo que me quedé sola un tiempo, hasta que lo vi venir. Lo noté algo nervioso, pero decidí no decir nada al respecto. Minutos más tarde nos traían nuestros platos con lo que habíamos ordenado. Aaron acarició tiernamente mi mano para luego comenzar a degustar los alimentos.
—Ker, hay algo de lo que necesitamos hablar—colocó su tenedor a un lado, yo también hice lo mismo y lo miré a los ojos.
—¿Pasó algo?
Aclaró su garganta. Estaba nervioso.
—Aún no ha pasado, pero me temo que pasará.
Los segundos se volvieron una eternidad hasta que por fin habló de nuevo...
A pesar de que el miedo, la espera y la incertidumbre me estaban matando, me sentía segura, segura de que a su lado todo iba a estar bien. Desde aquel día lo supe, aquel día en el que me pidió que lo dejara amarme...