Sin Relato

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Aquella tarde cuando al pasar la revista en la habitación cinco, se encontró con un joven que parecía hablarle a un paciente; el hombre era muy viejo y se le tenía que hablar y escuchar muy de cerca, curiosamente aquella persona estaba sentado a cierta distancia de él y solo inclinó el torso de su cuerpo en un posición de interés.

Iván estaba asomado en la puerta de la habitación intentando entender lo que el viejo decía, pero tuvo que adentrarse y de inmediato vio cómo el individuo volvía el rostro hacia él con rapidez, se quedó unos segundos viéndolo. Iván recordó sus ojos, estaban muy abiertos y por ende se admiraba el tono azul de estos.

Eran como el mar en movimiento.

— ¿Disculpe, viene de visita? – Iván le preguntó y su acento eslavo se escapó sin querer en su inglés –

El joven se levantó lentamente, miró al viejo postrado en la cama que miraba al joven y luego a Iván en silencio.

Él no hizo ningún otro movimiento, y realmente no se le veía tener alguna intención de hablar. Iván lo visualizó bien y esté bajó los párpados un poco asustado.

Tenía un traje negro, uno que Iván no había visto en su vida, el cuello del traje era alto y tenía unos botones plateados a lo largo del pecho, de mangas largas y gemelos dorados. Pulcrísimo, un negro muy profundo. Su pantalón era de tela negra igual de perfecto pero había un detalle que Iván solo notó cuando el joven salió de la habitación con pasos muy ligeros, pero rápidos, iba descalzo.

Intentó preguntar si esa tarde el viejo de la habitación cinco había recibido visita a esa hora de la tarde, pero no había nadie con las características del joven en los registros de la recepción. De hecho, el viejo de la habitación cinco no recibía casi visitas. Su esposa había muerto años antes y sus hijos vivían al otro lado del país. Bastante triste.

Iván no vio más al joven y pensaba muy en el fondo que no quería verlo a él, seguro que lo había intimidado en su primera impresión como muchos. Quizá era su tamaño. No. Tonterías.

De todos modos y para estar seguro le preguntó a Toris, acerca de aquel evento que le había ocurrido y si conocía algún paciente o a alguien que se paseaba descalzo por el hospital, y si de ser así ¿ha habido un inconveniente con esa persona y qué parentesco tenía con el señor de la habitación cinco?

Sin embargo, cuando Iván le hizo la primera pregunta, obtuvo una negativa ya que no se había visto ninguna persona caminar descalzo por los pasillos del hospital

Esa misma tarde se acercó al Señor Da Silva para preguntarle acerca de aquel visitante. Iván se inclinó para hacerle la pregunta.

— ¿Aquel joven, es un familiar suyo, Señor? —

Los ojos oscuros del hombre se movieron y negó con la cabeza.

— ¿Tú también lo viste, chico? – Le preguntó, cosa que lo desconcertó un poco.

Iván asintió. ¿De qué otra manera preguntaría aquello?

— Oh, muchacho, entonces morirás pronto.

Iván arrugó un poco las cejas y pensando que el hombre se había confundido dijo

— No entiendo.

El viejo se comenzó a reír y suspiro como si existiera algún teatro oculto en todo aquello.

— Ese joven me dijo que moriría pronto y que tenía que irme con él. Estoy solo y triste y creo que he vivido suficiente, pero el me llena de una profunda mas, jamas había experimentado algo asi. Irme con él no me parece tan malo.

Demonios criollos y otros cuentos. | HetaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora