1. Rosas

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Dos jóvenes se encontraban recorriendo una pequeña galería ambulante de arte. El mayor de ambos había visto los anuncios por la red, y pensó que sería un buen plan para salir el fin de semana para desestresarse, y simplemente con una excusa para poder ver al pelinegro.

—¡Luzuuu! —Se quejó el chico de menor estatura mientras jalaba con poca fuerza la sudadera del otro—. ¿A dónde me llevarás a cenar después de esto? Ya está haciendo hambre. —El nombrado soltó una pequeña risa, sin apartar la vista del cuadro que estaba observando.

—No lo sé, Quacks, ¿a dónde te gustaría ir?

—Bueno, te preguntaba porque ya que tú vas a pagar, al menos que sea el lugar que tú escojas, pero si insistes en que elija yo, entonces...

—Oye, oye, oye. En ningún momento dije que sería yo-

—Buenas noches. —Una voz ajena a la de ellos interrumpió su conversación. Ambos jóvenes se reincorporaron para escuchar—. Qué bella pareja hacen ustedes en esta linda velada. El complemento que faltaría sería un merecido regalo, ¿no creen? —Continuó hacia ambos con su pequeño discurso, probablemente ensayado, para luego dirigirse al menor—. ¿Qué opina, caballero? ¿No le gustaría una rosa para la bella dama? —dijo extendiendo una flor adornada hacia él, y fue cuando se dieron cuenta que el señor sostenía una canasta llena de ese tipo de flores.

—¿Pero qué? —Comentó Luzu con incredulidad.

—Óyeme, óyeme, ¿qué pasó? No le faltes el respeto a mi viejo, cabrón, que él trae los huevos bien puestos, ¿eh? —El señor retrajo la flor que ofrecía, desorientado.

—Eh, eh. Una disculpa, caballeros, es que no me había fijado bien con el cabello largo y el maquillaje y-

—¿Trais algún problema con eso, wey? —Alex se acomodó el gorro que traía puesto, para luego arremangarse también las empuñaduras de la chamarra.

Luzu dio un paso adelante para interferir entre el ventero y su acompañante.

—Discúlpelo. Sé que no fue su intención la confusión. Por el momento no queremos las flores, pero gracias por el ofrecimiento. Espero tenga una buena venta esta noche.

El señor intercambió una confundida mirada entre ambos, y aunque no estaba seguro de lo que acababa de suceder, decidió dar un paso atrás y continuar con su trabajo. Bien sabía que se iba a encontrar con gente rara en ese tipo de eventos, sólo debía tener más cuidado la próxima vez.

—No mames, Luzu. Iba a explicarle una o dos cosas a ese cabrón antes de que se fuera. —Se quejó Alex negándose a apartar la vista del hombre hasta que este se perdió en la multitud.

—Estoy casi seguro que no fue con malas intenciones, Quacks. Déjalo estar. —Tranquilizó Luzu, dejando un par de palmaditas en la cabeza del menor, convenciéndole así de volver a centrar su atención en él—. Por cierto, ¿por qué rayos dijiste que soy tu viejo? ¡¿Me dijiste anciano para intentar defenderme?! O, y creo que es peor, ¿¡quisiste darle a entender que soy tu padre!?

—N'ombre, wey. No, no, no. No digas mamadas. —Se apresuró a responder, sacudiendo las manos para enfatizar sus palabras—. Lo estás entendiendo mal. Mira, es que normalmente la palabra se usa para las mujeres, puede ser que por eso se te haga raro que no la hayas escuchado. Aquí se usa vieja para decirle así a quien es tu novia, y pues bueno, en este caso tú pues- —Apartó la mirada acomodando con nerviosismo un mechón que se había salido del gorro—. Que serías mi viejo, pues, mi novio. —El mayor sonrió enternecido por la repentina vergüenza de su pareja.

—¿Tan difícil habría sido decir que soy tu novio en lugar de novia y ya?

—Pues fíjate que sí, wey. Era más fácil para mí decir que eres mi viejo, y ya. Aunque ya que me hiciste ser consciente de ello, va a ser raro decir que eres mi viejo, no vayas luego luego a estar pensando que efectivamente te recuerdo lo viejo que eres. ¡Auch! —Se quejó del suave golpe que recibió en su hombro.

—Ya deja de lado eso. Mejor vayamos a cenar, que me ha dado hambre también. —Con la misma mano con la que lo golpeó, alcanzó a tomar la mano ajena para guiar su andar.

—Vayamos entonces a ese puesto de tacos de la otra vez, se me antojaron unos de pastor con harta salsa.

—Tú siempre traes antojo de tacos. —Negó levemente con la cabeza, teniendo una pequeña sonrisa en su rostro—. Pero vale. Aunque ya que tú escogiste, serás el que pagará.

—¡Ey! No se vale, se supone que debes de ser el que me mantenga.

—Si tanto quieres que tu novio no recuerde que es mayor que tú, tendrás que mantenerlo también.

—No mames. Ya uno no puede tratar de hacer las cosas bien porque le turnan los comentarios en su contra. Me lleva la verga.



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Imagen tomada de @/cillyhammes en WeHeartIt.

𝓐𝓶𝓸𝓻 𝓪 𝓵𝓪 𝓶𝓮𝔁𝓲𝓬𝓪𝓷𝓪 ♡ LuckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora