El precio del bienestar

7 1 0
                                    

Luca se acomoda el cuello de la chaqueta por quinta vez consecutiva. Está nervioso, aunque diga lo contrario. En el fondo me da un poco de lástima. El muy idiota ni siquiera ha pensado que ir con el uniforme azul de la patrulla es una mala idea; los contrabandistas odian a los polis y los polis odian la desobediencia.

Esta misión está condenada al fracaso, incluso conmigo dentro.

Examino el mosaico de pantallas que tengo frente a mí. Una pareja de guardias está a punto de hacer el relevo cerca del cuarto de mantenimiento donde se esconde mi pequeño poli.

Colarse en la nave fue demasiado fácil. Siempre lo es, al menos si tienes años de experiencia a tus espaldas. Una no tarda en darse cuenta de que en los buques de transporte, sean grandes o pequeños, suelen olvidarse de vigilar toda el área dedicada a la limpieza y bienestar de las instalaciones. Allí es donde una puede anclar la nave cápsula y colarse por la escotilla de residuos. No es agradable, supongo, pero imagino que es mejor que un boquete en el pecho.

He ayudado a muchos rufianes a colarse en naves, almacenes, sistemas de seguridad... Pero debo admitir que es la primera vez que ayudo a un agente de la ley; aunque sea a uno tan verde como Luca. Supongo que tiene sentido, de haber sido un poli con más años de experiencia jamás se la habría jugado de este modo para descubrir la verdad.

Mi pequeño poli vuelve a olisquearse los puños de la chaqueta con mueca de desagrado y yo esbozo una sonrisa. Vi el panorama en el vertedero desde la cámara oculta de su comunicador y lo cierto es que no tenía buena pinta. Tan solo espero que su mal olor no altere a los guardias. De nuevo le insisto en que debería quitarse el uniforme y se niega una vez más.

Allá él. Es su vida y a mí ya me ha pagado.

La nueva pareja comienza su ronda y le indico a Luca el camino. Desde uno de mis monitores, le veo abrir la puerta de aluminio con cuidado y deslizarse con paso ligero por los pasillos de la nave, muy pegado a la pared. Mentiría si dijera que no estoy un poco nerviosa; en el fondo quiero que esto salga bien. Todo en Luca indica que es un cacho de pan. No quiero que lo maten por intentar hacer del mundo un lugar mejor; necesitamos más gente como él en la galaxia.

Los guardias se separan al llegar al cruce de caminos. En cuanto se dan la espalda y cada uno toma una ruta del pasillo le indico a Luca que es el momento de actuar. No duda en obedecer, supongo que en el fondo sí que tiene madera de poli. Se desliza silencioso por el angosto pasadizo que lleva a los armarios y el basurero. El guardia no tiene tiempo de reaccionar. Cuando llega al pasadizo las manos de Luca lo agarran y noquean en apenas un segundo. Mi compañero arrastra el cuerpo hasta uno de los armarios de limpieza y lo encierra ahí.

—¿No sería mejor matarlo? —pregunto, a pesar de haber hablado lo suficiente con él como para saber la respuesta. Mi voz llega inmediata a él a través del pequeño transmisor que lleva en la oreja.

—No soy un asesino —responde en un susurro firme. Creo que lo he ofendido.

—Eres un blando, y eso te pasará factura.

—Te quejas de los polis corruptos y de gatillo fácil, pero critican a los que no lo son. Muy interesante.

Me cruzo de brazos sobre la silla y un mechón alvino cae sobre mi frente. Soplo con desgana para apartarlo de mi campo de visión y percibo una mueca en la cara de Luca.

—Cuando te claven un puñal por la espalda recuerda mis palabras. —No responde. Yo aprovecho para estudiar cada cámara de vigilancia a la que tengo acceso y trucar la imagen de las que nos pudiesen delatar, todas aquellas a las que mi pequeño poli estuvo, está o estará expuesto. —El camino más rápido hacia los almacenes es por el pasillo sur, pero las puertas están bloqueadas por un código. Supongo que no será nada demasiado complejo. ¿Has traído el aparato que te envié?

El precio del bienestarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora