Prólogo

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La mejor época para la mansión de Marigold Hall era justo durante el paso de otoño a invierno, cuando algunas partes de las hiedras trepadoras que habían conquistado su fachada principal se teñían de rojo, engañando a quien las observase para que creyese que las paredes habían sido heridas de muerte.

Muchos de los habitantes de Porthleven creían que sus altos y oscuros techos eran los culpables del tedioso clima que atormentaba la ciudad. Argumentaban que la sed de grandeza de quien fuese que la hubiera diseñado había enfadado a Dios, ya que sus torres parecían rozar los cielos.

Las malas lenguas decían, además, que la ingente cantidad de ventanas y chimeneas era una vulgar forma de querer aparentar más de lo que realmente se tiene. No había forma alguna de que una casa tuviera tantas habitaciones. De ninguna manera. Ni siquiera el palacio de la reina Victoria las tenía.

Y, sin embargo, para Nathan Edevane era la única y más maravillosa pieza de un puzzle sin resolver. En efecto, aquella mansión sería la protagonista de su primera novela; cuando descubriera los secretos que encerraba, comenzaría a escribir y, a partir de ese momento, su ascenso a la gloria sería irrevocable.

No hubo un solo instante en la vida de Nathan en el que él no supiera que quería ser escritor. Ya desde muy joven, se negaba a realizar cualquier actividad que su institutriz le mandase que no tuviese que ver con las letras. Para él, era tiempo perdido en algo que no le aportaría nada.

No, él solo quería que su habilidad para contar una historia estuviera en su máximo apogeo para cuando llegase el momento de hacerlo

El inquilino de Marigold Hall.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora