Uno; Arte

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El atardecer me golpeaba la cara mientras mis pies se hundían en lo frío de una laguna, era tan clara que podía verme los pelos de la cabeza enredarse. Las aves volaban y bajaban de vez en cuando pescando con el pico las mojarras que proveía; la brisa me acariciaba la piel que se tensaba a causa de la temperatura indicando la inevitable penumbra, el cuerpo me dolía y pese a la alerta clara, aún no tenía ganas de comer y últimamente ni el sueño lograba conciliar.

Ese 20 de septiembre recuerdo haber pedido una oportunidad... Una oportunidad más para que regresaras. El día que prometí ser una mejor hija, que sería amable y respetuosa, solo necesitaba que me abrazaras y te quedaras. Era absurdo, aún podías, pero no sería yo quien te buscara, me negaba rotundamente a hacerlo, yo no te había abandonado, yo no había olvidado el camino de regreso a casa.

El aire traía consigo un sonido, alguien montaba una fiesta a la que no había sido invitada. - Oh my God, I can't believe it, out of all the people in the world, what is the likelihood of jumping, ¿out of my life and into your...?-

⎯ ¡Oh, Dios mío! — desperté de golpe con la conciencia de haber aplazado la alarma suficientes veces como para que me quedaran diez minutos, tenía que estar lista y correr por el transporte que me llevaba al instituto.

Tengo 25 años y sigo sin acostumbrarme a tener que levantar el culo a las 07:00 am para organizar mejor mi salida de casa, al parecer mi cuerpo prefiere la calidez de mi cama. Me di una ducha sin lavarme el cabello porque últimamente se me caía a gajos, supongo que era la falta de nutrientes, los desvelos y el exceso de actividades sin descansar. Salí de la ducha y me metí la ropa al cuerpo, el cabello lo recogí en un moño y fui directo a la cocina, agarré un plátano de la nevera y le agregué leche a mi termo con café frío.

El transporte llegó, tomé asiento al inicio. Era común que todos los relajitos se sentaran al final y estuvieran el camino completo torturando con sus voces chillonas y las burlas comunes, yo prefería estar alejada para no perder la tolerancia y mandarlos a callar. Me puse los audífonos sin música, lo hacía muy seguido para evitar que me hablaran, pero no evitaba estar atenta a lo que podría pasar a mi alrededor. Comencé a ojear un libro de periodismo, no sé en qué momento me perdí entre las letras y dejé de prestar atención a la lectura, mi mente viajó al sueño reciente, que en realidad era un recuerdo.

Ese día me perdí, tenía un mes sin saber nada de mamá y la angustia me hizo escapar. Solté la carcajada de lo ridículo que era la sensación de funeral como si no hubiera nada más que hacer. La realidad es que ella solo se fue de casa dejando una simple nota bajo un vaso sobre la mesa: "Necesito ser feliz" decía, y al parecer, su felicidad estaba lejos de papá y de mí.

Al llegar al instituto corrí a la entrada donde Naim me esperaba, y sin decir palabra corrimos al aula porque el maestro entregaría los resultados finales de su materia "Producción y dirección audiovisual".

Después de la huida de casa, mi padre decidió transferir su trabajo a Bronx en la ciudad de Nueva York, él decía que era para un mejor futuro, pero yo sabía que también arrancaba. Estos 5 años en una ciudad diferente y encima un país, Naim hacía de mi estancia algo más ameno.

Estudiaba Ciencias y Técnicas de la Comunicación, y por decisión propia tomé una especialidad es creación de contenidos digitales, que básicamente era un estudio de campo sobre las nuevas tendencias de redes sociales, que servían de marketing para todo tipo de empresas con necesidad de posicionarse en el mercado y de ahí se creaba toda una estrategia publicitaria desde su proceso de propuesta hasta su elaboración y producto final.

Mi papá me ayuda a pagar la mitad de mi matrícula y la otra mitad la conseguía trabajando en una consultora de marketing político. Empecé haciendo mis prácticas profesionales y me contrataron como community manager, y si bien nuestros clientes fuertes eran políticos, también teníamos figuras públicas o empresas que ofrecían algún servicio. Había crecido bastante profesionalmente gracias a esa empresa, pero aspiraba a algo más grande. Hace un par de semanas había mandado una solicitud a una revista especializada en arte de Broadway que tenía sede en el distrito de Manhattan, a lo que esperaba una respuesta.

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