Capítulo Único

0 0 0
                                    


Ese día me desperté con un dolor de garganta inminente, como si hubiera tomado un vaso de mismísimo mercurio. Miré el reloj en la pared izquierda de la habitación, marcando las 15:50 aproximadamente. Dije las letras vocales intentando ver la gravedad del estado de mi garguero. No salió sonido alguno más que un anormal gruñido, siendo aquel mi intento de hablar. Me enderecé en la cama y respiré profundo una o dos veces, para luego caer nuevamente de espaldas a mi almohada, cerrando los ojos y respirando tranquilamente para no sentir ese ardiente y silencioso dolor.

No sé a qué hora terminé por caer fuertemente en ese sueño tranquilo, pero cuando abrí los ojos nuevamente y miré el reloj por segunda vez, marcaba las 3:55. Sentí un escalofrío en la espalda, habría jurado que me había encontrado en estado de descanso por alrededor de 10 horas, y, aunque no había soñado nada, me desperté con miles de ideas y pensamientos diversos, como un despertar creativo luego de un sueño imaginativo e intenso.

Intenté vocalizar otra vez, solo para encontrar que seguía sin voz alguna. A pesar de todo, me levanté y caminé ligeramente pero golpeando el suelo hacia la sala de estar. Se sentía un calor abrasador allí; la noche anterior había encendido el aire acondicionado sin apagarlo una vez ausente yo. Vi a mi gato descansando sobre una librería delante del sofá, y decidí recostarme en ese para descansar asimismo mirando al felino dormitar sobre el alto y oscuro mueble.

Mirándolo, recordé mi sueño.

Estaba en mi antiguo colegio, los estudiantes a mi alrededor, cada uno en sus mesas usando sus uniformes azul oscuros. Entraba en el salón un profesor bien vestido, de probablemente unos 30 años o más joven, no sonriendo pero con una cara seria que igualmente transmitía que era un hombre alegre, y que su clase iba a ser una activa seguro. A pesar de eso, cuando se estableció en el escritorio, comenzó a proyectar sobre el pizarrón la tarea. Decía, si mal no recuerdo:

LA TAREA EN LA QUE SE DEBEN CENTRAR MIENTRAS ESTÉN EN ESTE AULA ES ESCRIBIR UN ENSAYO EN INGLÉS HABLANDO DE LA ALEMANIA NAZI. EL TRABAJO ES INDIVIDUAL Y DEBE TENER MÍNIMO 250 PALABRAS. SE ENTREGARÁ EL PRÓXIMO LUNES A PRIMERA HORA, QUIEN NO LO ENTREGUE EN FECHA Y HORA, RECIBIRÁ UN 1 NO SOLO EN EL PROYECTO, SINO QUE TAMBIÉN EN LOS ORALES, PARTICIPACIÓN Y ACTITUD. SOLO ESCRIBAN EN LÁPIZ. SI HAY ALGUNA MANCHA DE OTRO MATERIAL EN LA HOJA, EL TRABAJO SERÁ DESCALIFICADO, SIENDO REGISTRADO CON UN 1.

Al leerlo, por alguna razón me dieron escalofríos, y asimismo, una gran alegría recorría mi cuerpo. Escribir ensayos era mi único fuerte y, como sabía hablar inglés, no iba a ser tan aburrido trabajar en ello. Por otro lado, mis compañeros comenzaron a quejarse y hacer burla de lo larga que era la consigna, diciéndole al profesor que se marchara. Con razones desconocidas, el profesor cerró los ojos y caminó lentamente fuera del salón. Prácticamente toda la clase comenzó a susurrar y cuestionar las acciones del profesor, al mismo tiempo que celebraban su partida.

Ese fue el disparador. El salón se volvió una representación del mismísimo caos; gente saltando y escuchando música en grupos, otros simplemente sentados leyendo o en sus celulares, y unos pocos trabajando, o por lo menos haciéndolo parecer. La actividad era de mi disfrute, así que a pesar de no comprender parte de lo sucedido, comencé a trabajar entre los gritos y la música. Por alguna razón, uno de los alumnos consiguió tizas de colores, y comenzó a dibujar tomates sobre la pizarra. Los demás hacían hinchada, ahogándose en carcajadas.

No había nadie superior a otro; alguien a cargo de decidir lo que estaba bien o mal, solo gente disfrutando con pares. Me sorprendió mucho verlo. Hasta ese entonces, nunca había siquiera imaginado una situación así ni alguna similar. No había desigualdad alguna, nadie estaba siendo molestado o lastimado, solo se encontraban un grupo de jóvenes disfrutando de la vida de maneras saludables. Mientras tanto, yo seguía trabajando. Escribía y escribía pero sin importar lo que intentara reflejar en esa hoja llena de vacío, nada aparecía. No se manifestaba ni una mota de carbón. Cambié de lápiz varias veces e intenté escribir con diversas lapiceras, pero no encontraba una que dejara rastro de haber estado allí. Sus bailes no importaban, estaban vacíos.

En absoluto silencio, comencé a llorar, pero no sentí tristeza, sino desesperación, de haber perdido mi voz. Desconcierto y desesperación eran cosas que sentía, en efecto, pero a pesar de eso, mi rostro no mostraba emoción absoluta, solo lágrimas cayendo a lo largo de mis mejillas, su saliente siendo mis ojos rojos. Tampoco me podía mover, ni levantar los brazos, ni pararme de mi asiento. Aún así, mi cuerpo se sentía liviano como una pluma.

Volví a mi sala de estar unos segundos después de recordar el sueño, y, como una copia, comencé a llorar ríos sin hacer nada al respecto. Mi cuerpo se sintió liviano nuevamente mientras las lágrimas caían por mi rostro. Pero yo no sentía nada.

Mi gato se levantó solo para acercarse a mí y recostarse en mi regazo. Las lágrimas seguían cayendo, y de repente, sentí algo.

No era tristeza ni alegría, y tampoco enojo. Sentí hambre. Miré el reloj sobre la mesada. Marcaba las 17.23 horas.

Luego de eso, comí un .pequeño pedazo de pan y volví a dormir

SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora