Santa Clara

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Los seis estábamos pasando una noche de maravilla. Nos olvidamos por completo del matrimonio de mi mamá con Fernando, quienes a estas alturas seguro se encontraban en algún avión con destino a su luna de miel. Yo nunca podría estar de acuerdo con esa dichosa unión, me parecía algo horrendo y repugnante, pero por lo menos servía para que nosotros pudiéramos disfrutar de una velada agradable. La hemos acompañado con vino, una ligera cena y el fuego de la chimenea. No nos ha hecho falta las risas, las charlas, ni la música a capella. Creo que escuchar a Franco cantando se va a convertir en una de mis debilidades.

No sé cómo ni cuándo llegamos hasta el tema de conversación actual. Lo que sí sé, es que no era un tema el cual quisiera discutir en compañía de mis hermanas y mis cuñados.

"Quiero tener un montón de hijos. Llenar toda la casa con niñas y niños jugando y corriendo por todos lados," nos dijo Jimena con mucha ilusión. La expresión de su cara era muy alegre, nunca la había visto hablar de algo con tanta emoción. "¿Verdad que si, mi amor? Vamos a tener muchos hijos."

"Por mi, no hay ningún problema, ratoncita. Podemos tener todos los hijos que tu corazón desee," Le decía Oscar abrazándola más fuerte desde donde se encontraba sentado detrás de ella.

"Bueno chicos, estoy un poco cansada. Creo que me voy a retirar. Me disculpan, ¿Si?" Les dije para zafarme de tener que aportar algo al tema de tener hijos. Ya Norma había dicho que quería tener más. No la culpo, Juan David es un amor de niño, pero yo no estaba lista para hablar de eso frente a todos ellos.

Comencé a pararme de la manta donde estábamos sentados, en el piso, Franco y yo. Él me ayudó a ponerme de pie y enseguida lo hizo él también. No se si alguien noto la sonrisa que inmediatamente se formó en mi rostro, pero me alegraba saber que no necesitábamos hablar de cómo nos íbamos a arreglar para dormir.

Aquí en Santa Clara estábamos solo nosotros y no necesitábamos darle explicaciones a nadie. Al final de cuentas Jimena y Óscar estaban casados, Norma y Juan ya tenían un hijo. Por supuesto que Franco y yo también dormiríamos juntos. Faltaba más, ni loca iba a desperdiciar semejante oportunidad.

"Ha sido un gusto pasar esta noche con ustedes, pero si Sara está cansada, yo también estoy cansado," les informo Franco fingiendo un bostezo. "Así que con su permiso, nos retiramos. Sigan disfrutando, no se desvelen mucho. Nos vemos mañana," les termino de decir mientras yo lo jalaba de la mano para que me siguiera.

"Buenas noches," les dije riéndome mientras empezaba a caminar hacia el pasillo llevando a Franco a rastras de la mano. Los pude escuchar decirnos "buenas noches", "que descansen","espero que si se duerman eh"... Pero gracias a Dios ya no los podía ver. Eso era un alivio porque a pesar de todo, estaba segura de que me encontraba completamente sonrojada.

Justo antes de llegar a la puerta de la habitación sentí a Franco detenerse. Él no se movía, a pesar de que yo tiraba de su mano. Me di la vuelta para ver porque se detuvo y él aprovechó para tomar el control de nuestro enlace y así jalarme y pegarme a él.

Una de sus manos se posicionó sobre mi cintura y con la otra agarro mi cara con firmeza y al mismo tiempo con delicadeza, era un balance que solo él podría lograr. Sus dedos empezaron a acariciar mi mejilla y sus ojos azules sostenían los míos en una mirada profunda. Franco pegó su boca a la mía y atrapó un suspiro que se escapó de mis labios cuando sentí su aliento tan cerca de mi.

Sentí su lengua pidiendo permiso para entrar a mi boca, no dudé ni un segundo en abrir un poco más los labios y cederle el paso. Cada vez que Franco me besaba así, yo me sentía la mujer mas feliz del mundo. Me decía cuánto me amaba y me necesitaba sin necesidad de articular ni una sola sílaba.

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