¿Por qué le tenemos miedo al autoconocimiento?, ¿tenemos miedo de no saber qué hacer con ese conocimiento? ¿o tenemos miedo de ver algo que no nos guste?
Las cosas que no nos gustan de nosotrxs mismxs las metemos en un frasco de vidrio cerrado al vacío -como con la esperanza de que se ahoguen- y las guardamos en la esquina mas recóndita de nuestro ser. Y vivimos con miedo, un constante terror a que las descubran; ¿qué pensarían de nosotros si supiesen esos terribles secretos?, ¿nos tratarían igual sabiéndolo?
Pero, al mismo tiempo, esperamos que llegue alguien que ose romper el frasco, o nos otorgue la suficiente valentía como para hacerlo nosotrxs.
Aunque, ¿Por que tiene que llegar alguien para que se haga cargo de nuestros problemas?, ¿Siempre tiene que venir alguien para salvarnos?, ¿Acaso no podemos hacerlo solxs o tenemos miedo? ¿Miedo a qué? Llega un punto en el que el miedo nos envuelve en una nebulosa y perdemos perspectiva, nos convierte a todxs en miopes. Ahora lo único a nuestro alcance somos nosotrxs, lo único que el miedo nos permite ver. No podemos ver más allá de nosotrxs mismxs.

Entonces construimos una fortaleza inexpugnable, la protegemos con un dragón y la rodeamos con un rio de lava -como para que nada ni nadie entre, al menos no vivo-. Pero también construimos un puente levadizo, con la ilusión de que algún día baje y deje que alguien pase. Mientras, el puente queda siempre arriba. Duro e inmóvil. Esperando a ser bajado, pero ¿Alguna vez lograremos hacerlo?, ¿Alguna vez podremos reunir las agallas suficientes como para confiar nuestros más oscuro secretos en alguien aparte de nosotrxs mismxs?

Tenemos una armadura de acero inoxidable y esperamos que se corroa, aunque no probamos en sacárnosla. Porque nos protege, ¿no? Pero, ¿de qué? Podemos no encontrarle la lógica, pero sigue ahí, inmutable. Todos los días nos preparamos para la batalla, sin tener una amenaza clara. Pero, siempre esperando: esperando que nuestros problemas se solucionen solos, que llegue alguien y nos salve, que llegue el dia en el que, por obra de magia, nos animemos a enfrentar las cosas.

Y aún con la falsa creencia de que nos estamos protegiendo a nosotros mismos, odiamos nuestra armadura. Odiamos la distancia que marca entre nosotros y el resto del mundo. Odiamos que “tenga” que estar ahí. Odiamos su mera existencia. Entonces, la intentamos destruir inconscientemente. Tomamos el veneno con la esperanza de que llegue a la armadura y logre desintegrarla, pero lo único que logramos es que nos corroa por dentro. Y la armadura sigue ahí, brillante como nunca, burlona. ¿Por que construimos una armadura en un principio?, ¿Por qué nadie nos advirtió antes de que el camino que estamos tomando sólo nos puede guiar hacia la destrucción?, ¿Nos vieron y no les importó o simplemente sus nebulosas eran muy gruesas como para vernos?

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El caos no es un pozo, es una escalera. Muchos de los que intentan escalarla, fallan y nunca más pueden volver a intentarlo. La caída los mata. Y algunos reciben la oportunidad de escalarla. Se niegan, se aferran al reino, o a los dioses o al amor. Ilusiones. Sólo la escalera es real. Es todo lo que hay.

Petyr Baelish.

Pequeñas observaciones de aquello que llamamos "miedo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora