Aún recuerdo todo lo que contaban mis padres sobre el día en que yo nací. Con tan solo escuchar sus palabras podía sentir la felicidad que albergaban sus corazones, como si ese día lo hubiera vivido ayer mismo y recordara cada detalle. Pero como todo en la vida, la felicidad no duró para siempre y yo tuve que darme cuenta de eso desde muy temprana edad.
Yo no nací en un hospital con todo tipo de cuidados, sino en una humilde casa, si es que se le podía llamar así. Fui el primer hijo de mis padres, y por esa razón ansiaban tanto mi nacimiento, pero como ya he mencionado antes, la felicidad no dura para siempre, ni tampoco ellos. Con esa edad todavía no conocía ni siquiera la palabra ''muerte'', ni que a los seres como nosotros les llegaba tan pronto.
Pues yo así lo perdí todo en tan poco tiempo. Me quedé solo casi sin darme cuenta, sin nadie al que poder querer, sin nadie que me cuide y me mime, sin nadie que me enseñe todo lo que sabe para estar preparado cuando me lleguen a faltar. Y yo me quedé solo cuando aún no estaba preparado.
Mis padres nunca me dejaban salir fuera porque decían que la gente de allí era mala y no sabía valorar la vida de la gente como nosotros. Sin embargo, ellos siempre salían en busca de comida para todos, pero un día no regresaron. Esperé solo varios días, sin comer ni beber nada, con la esperanza de volver a verlos algún día, pero ese día nunca llegó.
Aunque al principio tenía miedo, el dolor agudo en mi estómago causado por el hambre me obligó a salir al exterior. Lograba sobrevivir con los restos de comida que encontraba en la basura. Siempre intentaba evitar a los demás por el temor que mis padres generaron en mí, pero como siempre, esa tranquilidad no duró mucho.
Ese horrible día lo recuerdo como pedazos borrosos, pero intentaré describirlo lo mejor que pueda. Por la mañana llegué a un pueblo apartado de las demás ciudades, lleno de callejones malolientes y basureros con desechos. La experiencia me había enseñado que en lugares como esos había mas comida y menos gente perversa, pero me equivoqué.
Yo estaba tranquilamente rebuscando entre la basura de un contenedor situado en un callejón bastante estrecho cuando aparecieron en la entrada del callejón. Eran unos siete u ocho adolescentes que escondían algo detrás de ellos, pero yo no estaba dispuesto a averiguar que era. Me dirigí a toda velocidad hacia ellos para ver si encontraba un espacio por el que poder escapar, pero uno de ellos se acercó y me propinó una patada como si no fuera más que un saco. Por culpa de mi acto suicida casi pierdo las costillas.
A medida que se acercaban, me quedaba con menos espacio, entonces fue cuando desvelaron lo que tenían tras sus espaldas. Había un montón de bolsas llenas de piedras del tamaño de mandarinas, pero obviamente no eran mandarinas. Antes de que comenzara mi tortura pensé en todo lo que mis padres decían de ellos, en la maldad que les corroía, en la manera que tenían de divertirse con la gente como yo.
Y yo ahora estaba solo e indefenso sin mis padres, acorralado por unos monstruos. El más alto tiró la primera piedra, la cual pude esquivar, pero a continuación, lo único que recuerdo es una lluvia de piedras. Acertaron a todas mis zonas vitales, pero antes de perder el conocimiento mi cerebro formuló tres preguntas: ¿Por qué Dios les había dotado de semejante puntería? ¿Qué les había hecho yo a ellos? Y la tercera pregunta fue lo último que pasó por mi mente antes de desmayarme a causa del dolor: ¿Por qué mi vida no les importa lo más mínimo? Y al instante me desplomé sobre el pavimento.
Cuando desperté, todo era blanco y la gente vestía también de blanco a mi alrededor. Por un momento pensé que mi hora había llegado y quizás ya estaba en el cielo, pero no, ese lugar era una especie de clínica con camillas. Sinceramente hubiera preferido estar muerto antes que seguir viviendo esa asquerosa vida, o más bien, sobreviviendo. Me sentía aturdido por los golpes recibidos y no tenía fuerzas ni para levantarme. Pude oír fragmentos de una conversación entre dos de esas personas con bata blanca.
-No es más que ......... de la calle -logré escuchar -Supongo que no tiene padres ......... no suelen durar ......... morir ......... Lo mejor será ......... para que lo adopten -esa fue la última palabra que oí antes de volver a desmayarme por el hambre.
Lo que me ocurrió a continuación fue como un déjà vu, ya que volví a despertar en un lugar diferente al que me había desmayado, pero esta vez estaba en un lugar con más chicos como yo: chicos sin padre.
A decir verdad, no sé que vieron ellos en mí pero les gusté, así que un día tuve que irme con esa familia. Eran un padre, una madre y una sola hija, con lo que me adoptaron para que jugara con ella.
Antes de ir a ese lugar nunca había pensado en mi nombre, aunque en verdad ni siquiera tenía, no constaba en ningún sitio, como si yo nunca hubiera existido, como si no fuera lo suficientemente importante como para tener uno, pero supongo que ahora si soy importante. Ahora soy ''Luis''
¿Cómo era posible que esas cuatro letras pudieran hacerme tan feliz, como si hubiera vuelto a nacer, como si ahora hubiera comenzado a existir después de nueve años? Ahora me cuidaban a todas horas y me daban de comer, ya no tenía que buscar en la basura ni pedir comida a la gente.
Ahora era feliz. Demasiado, diría yo, y creo que ese fue mi fallo, pensar que todo era perfecto, olvidando por completo la lección que aprendí cuando era pequeño: nada dura para siempre.
Yo había crecido y pasado muchos momentos buenos con ellos, nunca pensé que serían capaces de hacerme algo así. Pero no os confundáis, ellos no me maltrataron, hicieron algo peor conmigo. me abandonaron a mi suerte, y de nuevo tuve que enfrentarme a la soledad.
Un día hicieron las maletas, sacando casi todo lo que había en la casa y se fueron, así, sin más, sin mirar atrás para darse cuenta de la atrocidad que estaban cometiendo. Y tendré que admitir que ya este punto he llegado a creer de verdad que mi vida no importaba nada, que no valía más que la de los demás, no merecía ni siquiera haber existido, aunque si me paro a pensar, eso hubiera sido lo mejor desde el principio. Así no hubiera tenido que pasar por esa vida repleta de sufrimientos.
Por cierto, había olvidado mencionar un dato que aunque para mí no sea muy importante, al parecer, para la mayoría de los ''humanos'' sí: no soy más que un simple perro callejero. Pero ahora que habéis leído la historia de mi vida ,¿creéis en serio que eso justifica el trato de los demás hacia mí?
¡¿Acaso mi vida no vale lo mismo que las vuestras solo por pertenecer a una raza diferente!? Pero bueno, por más que me esfuerce en hacer llegar mi historia a los demás, siempre habrá un porcentaje de gente malvada en la Tierra, por muy pequeño que sea. La luz no puede llegar a todos los rincones de oscuridad del mundo, Y aunque penséis que soy muy pesimista, yo creo que la maldad nunca llegará a extinguirse del todo: hay oscuridad en todos los corazones, solo que algunos saben reprimirla mejor que otros.
Y así fue como decidí acabar con mi vida de una vez por todas...
ESTÁS LEYENDO
Solo en el mundo
Short StoryÉl tenía una vida tranquila pero tuvo que aprender una lección muy importante que le cambió la vida por completo, y tuvo que hacerlo cuando aún no estaba preparado: lo bueno no dura para siempre.