La habitación está vacía una vez más.
Desde que comenzó a salir con este hombre la situación siempre es la misma: Una increíble noche de sexo que arrastraba con todos sus problemas existenciales y más, pero llegada la mañana planteaba preguntas muy inoportunas
.
Su mirada voló rápido por la habitación en busca de sus prendas que no tardó en encontrar dispersas por el suelo. El desorden es uno de sus enemigos declarados. Es casi un maniático. En su hogar todo tiene un lugar predeterminado pero en este departamento las cosas siempre parecen estar rotando de superficie en superficie.
Extrañamente el caos parecía ser insignificante en esos brazos que le sujetaron horas atrás. Aunque claro, asunto distinto es la mañana siguiente lejos de la excitación del momento.
Bruce acarició perezosamente las sábanas recordando el vaivén de sus caderas antes de levantarse. Su ropa interior en el suelo junto a uno de sus calcetines decoraba hermosamente el alfombrado carente de gusto.
Recordaba haber dejado todo en el paso. Así que siguió hasta la sala del departamento encontrando el resto. Su pantalón sobre el sofá, su camisa en la entrada ¿sobre una planta? ¿Y sus zapatos? De solo pensarlo sonrío por la ironía.
Clark era único. Mil cosas podían estar fuera de lugar pero no los zapatos.
Si no mal recordaba ya había hecho esto antes, seguramente estarían en el balcón. Tras encontrar la mayoría volvió a la habitación por una ducha rápida antes de salir. Hoy era un día laboral como cualquier otro. El sexo siempre era en dias de trabajo. Al inicio no importó, solo fue un hecho curioso hasta que comenzó a notar un patrón. Un martes, miércoles o un jueves.
Tenía sus teorías. Clark siempre se levantaba antes. Seguramente trabajaba desde muy temprano, o tal vez de verdad no quería tener incómodas conversaciones post sexo o mañana siguiente. Entonces ¿para que pedirlas?
Estaba bien. Sexo dos veces a la semana, sin complicaciones o dependencia emocional. Sin llamadas o involucrarse en la vida personal del otro era casi perfecto. Inquietante, pero un buen arreglo.
Tras una hora estaba listo. Un rápido examen a su cuerpo reveló el porqué tenía un amante más joven lleno de energía y vitalidad. Varios moretones violáceos sobre sus hombros y la base de su cuello. Incluso su espalda y si bien sus nalgas y piernas no estaban marcadas tenían ese adormecimiento muscular que hablaba de una buena noche.
Amaba tener ese sexo que carecía de compasión y solo buscaba librar energías. Lujuria en su estado más puro. No es algo que pudiese tener con mujeres fácilmente. Nadie quería perder las riendas de esa forma sin considerar primero estar en un lugar seguro. Apenas cruzaba miradas con Clark su cuerpo emitía esa vibración de necesidad sexual. Como si solo con su mirada ese hombre tuviera la capacidad de seducir y aún más exponerlo vergonzosamente.
Bruce arreglo las mangas de su camisa, fue por sus zapatos y reviso su móvil. Llamadas perdidas, mensajes, postergación de reuniones y antes de siquiera terminar esa lista suspiro colocándose el reloj que tenía guardado en su bolsillo.
Desayuno. Necesitaba comer algo antes de salir aunque entrar a la cocina no le apetecía demasiado conociendo el desorden. ¿Se ofendería demasiado si contrataba un servicio de limpieza por él? Quizás si, quizás no. ¿A quién engañaba? Se rió de sí mismo. Lo mataría y diría que es una invasión a su privacidad. O que traspasaba límites.
Definitivamente compraría desayuno en el camino. Sus bolsillos por última vez. Llaves, billetera, móvil. Nada podía quedarse porque no tenía la condenada llave del departamento.