Mi Papá

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Querido diario, hoy te quiero hablar de la forma en la que es tan fácil para mí admitir que puedo amar a las personas, a la humanidad, conociendo lo terrible y lo inhumanos que pueden llegar a ser y, de la misma manera, no amar a quién ha pasado toda la vida a mi lado.
Crecí adorando todas las cosas que no podía ser, eso lo reconozco y puedo admitirlo, es claro para mí.

“No puedes jugar con niñas”, los juegos con niñas siempre me resultaban más fáciles de entender.

“No juegues con muñecas, juega con pelotas”, odiaba hacer cosas que requirieran correr o moverme mucho. En cambio, podía sentarme con mi prima y jugar con sus muñecas, lo que era mucho más gratificante.

“No seas como una mujer, eres un hombre y los hombres no lloramos”, las mujeres siempre tenían un ‘privilegio’ –así lo consideraba en ese momento–, que yo anhelaba con todas mis fuerzas: poder hablar de mis sentimientos.

Desde pequeño, me decían que me parecía mucho a mi papá, y era increíble. Un hombre alto, que jugaba conmigo y me hacía reír.

Todavía tengo recuerdos vanos de mi hermano mayor y yo, jugando a que íbamos sobre un avión y mi papá nos balanceaba de un lado a otro.

El problema es que comencé a descubrir el mundo. Conocí muchas cosas y juegos. Libros y poemas. Películas y series. Descubrí que me atraían los chicos antes de que pudiera darme cuenta.

Eso… sólo estaba ahí y no sabía qué hacer con ello. Y yo sólo… lo dejé estar.

A los niños no les agradaba o, mejor dicho, no se les educaba de la forma en la que aprendí en los libros y series. Ellos evitaban el contacto físico, así que fui con quien lo aceptara mejor.

Me gustan los abrazos, me gusta ser abrazado, sentir que tengo a alguien cerca que me dé mucho apoyo. A muchas niñas les enseñan a ser cariñosas, por lo que sentí que ahí encontré mi lugar.

Encontré muchas cosas con las mujeres y entre ellas, encontré quien soy.

Pero a nadie de mi familia le gustó quien era yo.
Y pensé que algo estaba mal en mí, que no estaba bien, que no debería ser así. Que debería ser diferente. Pero no podía luchar contra quien era. Por más que lo intentara, yo era más fuerte y, por supuesto, quería un futuro feliz, así que tuve que luchar contra todo el rechazo que recibí, y todo vino de mi familia.

No soportaba la pesada carga de parecerme a él. Siempre era un bucle en el que, una y otra vez, alguien decía que era idéntico a él y que me parecería más. Así que empecé a odiar todo lo que élrepresentaba en mi vida.

Como padre.

Era algo que, en mi adolescencia, consideraba un puesto vacío dentro de mi familia. Me reprimí a los demás, deje crecer mi cabello en un atisbo para parecerme a él lo menos posible y todo fue diferente, excepto por el físico que siempre me persiguió incluso antes de empezar a dejar pasar todo eso.

No siento amor hacía él, eso… lo puedo sentir. Lo puedo admitir. Siempre creo escenarios en mi mente para probar mis decisiones y dejaron de tener importancia cuando a él se referían. No era más que alguien en mi familia y sólo eso.

Es mi padre y ya no puedo negarlo, tengo sus comportamientos y sus características. Me dio la vida, me vistió en su momento. Pero es todo lo que está mal. Es un mal ejemplo, una negación a todo lo que se mueve. Todo aquello que no es como él cree, lo rechaza, como si estuviera mal, como siempre negó quien soy y, en un futuro, negará en quien me convertiré.

Esto es un intento de aceptarlo. De verlo desde otro punto de vista. De canalizar lo que siento para dejarlo ir. Estoy aprendiendo a dejar todo atrás, poco a poco. Y esta es una de las partes más difíciles.



Esto va a mi padre, que no dudo que me ame. Pero no lamento que no sea recíproco.

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