Capítulo 1| La elegida de Dios

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Cruella

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Cruella.

Así lo han llamado.

No por su parecido físico. Nadie lo ha visto jamás. Tampoco porque mate cachorritos inocentes para hacerse ropa. No, ya quisieran ellos. Ni siquiera saben si es un hombre o una mujer, pero lo han llamado así por ser una persona cruel que mata a sus víctimas a sangre fría.

Cruella.

Un asesino en serie.

Un psicópata.

Un ser sin corazón que no deja ni una sola pista para hallarlo.

Si no quiere ser descubierta, no dejará nada para que la descubran.

O eso es lo que he oído en el psiquiátrico.

Las enfermeras hablan, y mucho. Sobre todo porque, si lo cogen, lo internarán en el sótano de este edificio. Una zona que, sinceramente, nunca me gustaría pisar.

He oído en la televisión que, por mi excelente comportamiento y mejora me la pusieron, lleva 7 asesinatos en las últimas 7 semanas. No me refiero a 7 muertos, no, me refiero a 7 familias asesinadas con su sello; el número de muertos.

No deja testigos. No deja nada que lo pueda vincular. No hay patrón en sus asesinatos. No hay nada.

Si no fuese una persona tan cuidadosa a la hora de matar sin dejar huellas, diría que es un asesino en serie, pero, por mucho que en las noticias lo pinten como tal, es un asesino que aún no ha encontrado su camino, y la policía lo sabe.

En mi opinión, no es que no haya encontrado su camino, solo no quiere que predigan sus pasos.

Un silbido a través de la puerta me hace salir de mis pensamientos y caigo en cuenta de quién se trata: Ben. Su habitación está al lado de la mía, pero, por alguna razón, no le gusta estar dentro de ella y escapa por las noches. Tampoco es que fuera muy complicado.

¿A quién le gusta estar encerrado?

¿Y yo? Yo me quedaba en mi habitación todo el día, aunque no esté obligada a hacerlo y la puerta de la habitación donde me encuentro siempre esté abierta. Me traían muchos libros ya que los devoraba en cuestión de un par de días o, si son más cortos, unas horas. De ahí la montaña de libros formando un tetris en la mayor parte de la pared donde debería de estar una ventana: No la hay.

—¿Te diviertes, Sofí?—escucho que pregunta Ben desde el pasillo, con ese tono tan... juguetón que tiene.

La pequeña ventana de la puerta que queda a la altura de mi cadera se abre dejándome ver los ojos grises de Ben, tan parecidos a los míos y tan distintos a la vez. Los de él tienen un brillo juguetón, los míos se han quedado opacos.

—¿No quieres salir a jugar conmigo?—sonríe lateralmente.

Vuelvo a mirar el libro que tengo en mis manos. Aún sigo apoyada en la esquina de la pared, con las piernas encogidas.

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⏰ Última actualización: Sep 02, 2022 ⏰

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