Drago

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 Es invierno en la ciudad, las personas que caminan por la vereda llevan capas y capas de ropa. Según dicen en la televisión, es el primer invierno en mucho tiempo con tanto frío. Yo no lo siento, pero llevo una campera de cuero sobre una camiseta de mangas largas. Los humanos se ponen nerviosos si no pareces "normal", así que siempre cuido mi apariencia. 

   Llegué a esta ciudad en busca de un cambio, unas vacaciones. Seamos realistas, en este rubro las vacaciones no existen. Estaba cansado de ir de ciudad en ciudad, cazando. Quería establecerme un tiempo. Tener perfil bajo. Vivir tranquilo aunque sea una temporada. 

   Amo el invierno en la ciudad, por mucho frío que haga, la noche no para, siempre hay un lugar donde ir a tomar algo. "¿Tomar algo?" Sí, le siento el gusto a las cosas y podría vivir como cualquier ser humano. Me gusta la buena comida, vengo de un país donde comer es prácticamente un ritual. Disfruto especialmente del alcohol, ya que puedo tomar todo lo que quiera, sin emborracharme, sin perder mi estado de alerta. 

   En fin, volvamos a lo que quería contar. Entré al bar de siempre; en cuanto el barman me vió, preparó mi bebida y la dejó en la barra, en mi lugar habitual. Un rincón pegado a la pared, contra un espejo. Es perfecto para observar todo el establecimiento sin ser notado. El lugar perfecto para observarla a ella.

   La primera vez que la vi, supe que mi paz se había acabado. Y así fue, aunque no de la forma que creí. 

   Lo primero que identifiqué fueron sus ojos, entre verdes y celestes con un reborde borgoña y eso sólo significaba una cosa: problemas. En ese momento no presté atención al resto, estaba concentrado pensando en cómo atraerla fuera del bar para acabar con ella. 

   Le pedí al barman una cerveza, la cara de extrañeza del tipo me dió risa, tomé mi vaso y empecé a caminar entre la gente, fingiendo un andar errático. Con los de "su" especie suele funcionar, para cuando me huelen, ya es demasiado tarde. Me acerqué a medida que observaba sus movimientos, estaba charlando con un grupo de mujeres, con una copa de vino en la mano. Empecé a ir más lentamente, por alguna razón, quería observarla un poco más, quizás fue el destino el que me decía esperá, prestá atención. Y en un cambio de aire, su aroma llegó a mí. 

   No puede ser. 

   Me quedé clavado en el lugar, su aroma era inconfundible, era como yo. Sabía que existían seres iguales a mí en algún lugar, pero no me había cruzado uno en años y a juzgar por la reacción de mis presas, ellos tampoco lo habían hecho. 

   Di media vuelta y salí del bar. No podía enfrentarme a eso. Todavía había posibilidades de que fuera peligrosa pero no estaba preparado para manejarlo. Así que decidí conocerla un poco más. Desde entonces la vengo siguiendo, hace ya 3 meses. 

   Llegó a la ciudad esa misma semana. Vive en un departamento del centro, trabaja en una editorial cercana a su casa y todas las noches va al mismo bar con sus compañeras de trabajo. La noche en que la vi fue su primera salida. 

   Una cabeza más baja que yo, alrededor del metro setenta y cinco, tez blanca, pálida, pelo ceniza corto, curvas sutiles, casi andrógina. Y le encanta jugar con eso. En la oficina se viste elegante, femenina, mientras que en la calle usa ropa masculina, joggers anchos y buzos con capucha. Y los fines de semana, cambia la rutina. 

   Los viernes se transformaron en mi noche favorita, mientras la vigilo, disfruto de ciertos placeres. Frecuenta un club exclusivo de BDSM (Bondage, Dominación, Sadismo, Masoquismo), se viste de cuero de cabeza a los pies, es una domme (dominante). Le encanta atar a sus subs (submissive=sumiso/a),y torturarlos lentamente. 

   No le gusta el dolor, le gusta la anticipación, la ansiedad que genera, la espera. No importa si es hombre o mujer, el sub siempre termina rogando por más. 

Los toma sólo por una noche, cambia de sub todas las semanas. Y nunca deja que la toquen. 

   Es viernes, está con sus compañeras en el bar. Más tarde irá a su departamento y se preparará para ir al club. Yo la observo desde mi rincón, hasta ahora no me vió, lo sé porque si hubiera percibido mí olor, hubiera venido directo a mí. 

   Hoy es la noche, ya lo decidí. Ya conozco sus gustos y no es por egocéntrico pero sé que me va a elegir. Mido casi un metro noventa, piel blanca, pálida, obviamente, pelo negro corto y ojos color ámbar con algo de rojo. Suelo vestirme de jean y camiseta negra pero, esta noche elegí cuidadosamente mi ropa. Pantalón de cuero negro, un arnés en forma de "X" en el pecho ( debajo de la camiseta que me sacaré antes de entrar al club)  y un perfume especial que disimula mi olor natural. 

   La sigo hasta su departamento en mí moto y espero a que salga rumbo al club. Toma un taxi y conduzco detrás suyo.

   El edificio está ubicado en las afueras de la ciudad, en una zona de casas residenciales, con varias hectáreas de terreno cada una. Por fuera parece una casa como cualquier otra de ese vecindario. Si supieran lo que se esconde detrás de esas puertas, nada más ni nada menos que el club más conocido dentro del mundo BDSM, "Ángeles y demonios". 

   Al llegar, dejo la moto en mí sector del estacionamiento. Desde que la vi me hice miembro y el estacionamiento estaba incluido en la cuota.

   Entro unos minutos después que ella para evitar el posible encuentro en el hall de entrada y me acerco a la barra para, desde ahí, observar el salón principal. Recorro con la mirada la pista de baile. Cuero, látex y red es el código de vestimenta universal en este lugar. También hay correas, cadenas y sogas. Incluso látigos colgando de los cinturones de algunos doms, para dejar claro qué es lo que les gusta. 

   Empiezo a impacientarme, ¿dónde está? No pudo haber ido muy lejos. Salvo que haya quedado con alguien y estén en alguna de las salas. Miro a mí derecha hacia el rincón asignado a los subs disponibles , por si está ahí hablando con alguien. No está. En ese momento escucho que alguien se aclara la garganta a mí izquierda como si quisiera llamar mi atención. Giro mi cabeza, reticente porque quiero seguir buscando y quien quiera que sea me está interrumpiendo y me quedo lívido al instante. Es ella. ¡Mierda! ¡¿En qué momento?! Me mira fijamente a los ojos con una sonrisa imperceptible. Levanta una ceja como esperando una respuesta y recuerdo todo lo que estuve practicando durante el último mes, bajo automáticamente la vista, salto del taburete en el que estaba sentado, me aparto un poco de la barra,  pongo mis manos detrás de la espalda y separo ligeramente las piernas. Espero, sin decir nada. 

   Siento su mirada en mí como fuego, gira a mí alrededor, estudiandome. No habla. 

Estoy tan aturdido por la sorpresa y concentrado en mantener mi postura, que olvido leer su mente.

   Se para detrás mío, apoya todo su cuerpo en mi espalda y me susurra al oído - no te creo, veamos si podes convencerme de lo contrario. Involuntariamente me giro, la miro a los ojos y se me escapa un - ¿qué?. Automáticamente se le cambia la cara, la mirada es fría y tensa, ya no sonríe
- porque es la primera vez que interactuamos, voy a ser más paciente. No hables a menos que yo te lo permita. No me gusta el dolor así que si eso es lo que buscás, no soy tu tipo. Si algo de lo que hago te incomoda, tenés palabras de seguridad. Amarillo si algo te resulta desconcertante o crees que está rozando tus límites. Yo decidiré si hacerte caso o no. Y Rojo si algo se sale totalmente de tu zona de confort. Ahí la acción se detiene automática y definitivamente. ¿Entendiste?

 -Si 

Silencio… su mirada fija en mi cara.

¡Mierda!, tanto prepararme para que se me anule el cerebro en el primer encuentro - Sí, señora.

Sonrió maliciosamente o eso me pareció. Dió media vuelta al tiempo que decía:

-Ahora sí, así me gusta más. Vamos.

....... ............

Gracias por llegar hasta acá. Es una historia en proceso.
Espero les guste
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Drago y Lea (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora