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Sigo acá gracias a él.

Y lo más impactante es que vivimos a muchos kilómetros de distancia, demasiados, 4,500 kilómetros para ser exacta.

La distancia es una de las cosas que más odio pero aprendí a agarrarle cariño.

Sin la distancia no hubiera aprendido a saber cuándo está mal con un solo mensaje, ni a decifrar que parte de él habla conmigo cada que su mente se vuelve el enemigo.

Tampoco hubiera aprendido que se puede querer a alguien sin la necesidad de verlo seguido.

Gracias a la distancia entiendo cómo se siente tener un ancla acá en la tierra, ancla que no importa dónde esté pero te mantiene a flote.

Me mantiene viva.

Claramente no todo es bueno, gracias a la distancia sueño con la idea de cómo se sentirá abrazarlo y verlo de cerquita para luego tener una batalla con pistolas de agua en dónde yo gane, soy mejor que él en estas cosas.

Y si no existiera la distancia podría correr a su casa para ver alguna película, reírnos, jugar o cuidarlo en los momentos que no se sienta bien.

Si por mi fuera lo encerrará en una cajita donde nadie le pueda hacer daño o al menos estaría con él cada segundo evitando que algo le llegue a molestar.

Esto de la distancia es una balanza que se equilibra en lo bueno y lo malo, balanza que no podemos cambiar pero si podemos sobrevivir con ella y el día que nos veamos en persona fue porque la vida lo quiere.

Espero que la vida lo quiera pronto, me hace muchísima falta abrazarlo.

~Little Boy~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora