Apenas Victoriano estacionó el auto, fue a abrirle la puerta y la tomó en sus brazos, ambos se rieron. Entró a la casa rápidamente y subió a su habitación.
Victoriano: Mañana te enseño toda la finca. - Entrando en la habitación, con ella en brazos.
Inés: Está bien. - Lo besó.
La colocó sobre la cama y se tendió encima de ella, besándola con toda la pasión, el amor y el deseo que implicaba. Sus manos estaban en su cuello, y las de él estaban por todo su cuerpo. Se levantó de la cama. Y se quitó la camisa. Se miraron con los ojos llenos de fuego. También se quitó los pantalones y los tiró al suelo. Estaba en una caja blanca en la que se podía ver perfectamente su miembro que ya estaba emocionado. Se subió encima de ella, le dio un beso y le quitó el vestido, dejándola solo con lencería blanca. La miró de pies a cabeza, es hermosa, perfecta. Y ese cuerpecito lo estaba volviendo loco.
Victoriano: ¡Perfecta! Eres hermosa, Inés, y no te dejaré escapar.
- la besó
Inés: No quiero escapar, Victoriano. Quiero ser tuya, enteramente tuya. - Dijo entre besos.
Victoriano: Ya eres mía, Inés.
En unos segundos estaban desnudos. Y Victoriano bajó sus besos a su intimidad, donde solo con su boca le provocaba un orgasmo. Luego la penetró profundamente, y se movió lentamente, para prolongar su placer, Inés amaba ese momento entre ellos y no quería que terminara nunca. Ella casi se corre, lo mordió con fuerza en el hombro y le clavó las uñas en la espalda.
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Eso fue toda la noche. Se amaron durante horas. Cuando terminaron, se acostaron juntos. Inés dormía encima de él. Y a Victoriano le encantaba eso, nunca se acostaba con nadie, nunca tenía sexo en su casa, pero Inés era como ninguna otra.
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Cuando Victoriano despertó sintió un peso agradable sobre él. La miro, y sonrio. Ella estaba desnuda y él también, lo único que los cubría era el edredón. Besó su cabello y logró salir de debajo de ella sin despertarla. Sorprendentemente, ella no se despertó, estaba profundamente dormida. Fue al baño. Y se miró en el espejo, vio algunas mordeduras bastante visibles en su hombro. Se dio la vuelta y vio algunos rasguños en su espalda. Se rió. Fue a hacer sus necesidades y ducharse.
Cuando Inés se despertó, miró a su alrededor y vio que no estaba en su habitación, pero luego recordó dónde estaba, ¿adónde se había ido? Abrazó una almohada y sonrió. Era perfecto, no solo físicamente sino también haciendo el amor. Miró alrededor de la habitación, no se podía negar que tenía dinero. ¿Pensará en ella? ¿Que estaba acostumbrada a hacerle esto a personas que ni siquiera conocía?
Dejó de pensar cuando él salió con solo una toalla alrededor de la cintura.
"Qué tentación" - pensó.
Victoriano: Buenos días. - Sonriendo.
Inés: Buenos días. - Luego se sentó en la cama cubriendo su cuerpo con la sábana.
Se sentó en la cama junto a ella y la besó.
Victoriano: ¿dormiste bien?
Inés: Sí, muy bien ¿Y tu?
Victoriano: Nunca dormí tan bien. Pero este buen sueño tuvo un precio. - Le mostró la espalda y los hombros.
Inés: Lo siento. - Avergonzada. - No he sido capaz de controlarme.
Victoriano: No hay que avergonzarse. Él acarició su rostro. - Si voy a dormir contigo todas las noches, puedo soportarlo, pareces una gata. - se rió y ella le dio una palmada en el hombro riéndose también. - ¿Me atraparán también? ¿mmm? - El la beso. Ella respondió con entusiasmo. Terminaron el beso con un beso. - Mi gatita. A partir de ahora, eres mi gatita.
