Simplemente Historias :/

1. La habitación

Cuando volvió a su casa, lo primero que hizo fue mirar de nuevo bajo su cama. Algo le decía que hoy también escucharía esos sonidos tan extraños que no le dejaban dormir.

Tras ponerse su pijama rosa de conejitos, sus dos trenzas y su antifaz para dormir, se acostó en la cama, arropándose lo más que pudo para no pasar frío. Pudo conciliar el sueño, con la ayuda de un vaso de leche caliente con galletas de chocolate antes de dormir, pero unas pocas horas de dormirse ese extraño sonido volvió a sonar. <<Pluf, pluf, pluf>> se escuchaba. Sonaban como unos suaves pasos. Se levantó el antifaz lentamente, y al ver aquel ser, se levantó de golpe, quitándoselo con rapidez y soltó de golpe, cogiendo el bate de beisbol de su hermano y alzándolo:

-¿¡Quién o qué eres tú y qué haces en mi cuarto!?- dijo en voz alta, haciendo que aquel ser se asustara y se metiera dentro de su armario.

Encendió la lámpara de noche y se acercó al armario. Abrió la puerta y vio a un pequeño ser con forma de pompón de color turquesa, tapándose los ojos con sus pequeñas manos, susurrando palabras inaudibles. Después de varios intentos consiguió descifrar aquellas palabras: <<No me mates, por favor>> decía aquel ser.

-Tranquilo, no te voy a hacer daño.- dijo la chica, con una sonrisa en el rostro, estirando la mano para que el monstruito que estaba dentro de su armario, la tomara y saliera de este.

El monstruito apartó sus pequeñas manos, dejando ver sus enormes ojos húmedos. Tomó la mano de la chica y salió del armario, en los brazos de ella y temblando de miedo.

-De... ¿de verdad que no me matarás?- pregunto sin convencerse de haberse fiado de la chica humana. Ella asintió, y el monstruito sintió un gran alivio.- Menos mal... creí que aquí acababa todo.- dijo sonriendo. << ¿Todo? ¿Cómo que todo?>> pensó la chica, hasta que vio como el monstruito estiraba su pequeña mano hacia ella. Hizo lo mismo, pero el monstruito solo cogió su dedo índice, ya que no podía tomar toda su mano, y empezó a sacudirlo.- Me presento si me da el placer. Yo soy Puffy, y vengo a salvarte la vida.- <<Sal... ¿¡salvarme la vida!? ¿¡De que habla!?>> pensó.

-Co... ¿Cómo que salvarme la vida?- se aventuró la chica a preguntar. Puffy le contó que, del mundo de donde venia, era un mundo habitado por monstruos, terroríficos y  adorables, pero todos con el fin de asustar a los niños por la noche, saliendo de debajo de sus camas. Su mundo competía contra otro, el de los monstruos que salían del armario, y de tanta rivalidad, el rey de su mundo cayó enfermo. La última cama que eligió para esconderse y acabar con esta "guerra", como lo llamaba él, era la suya. Y ahora su vida corría un gran peligro.

El hijo menor del rey, quería matarla, haciendo que fuera uno de los mayores sustos y conseguir ganar. Aunque sus otros dos hermanos, el mayor y el mediano se lo prohibieron, el tramaba el plan en secreto, y estaría a punto de ser llevado a cabo.

-Vamos a ver si me he enterado bien...- dijo- el rey de tu mundo está enfermo, y su hijo me quiere matar. En conclusión: ¿¡pero tú en qué mundo de tarados vives?!- él se encogió de hombros. La chica masajeó su sien, pensando en alguna cosa- Oye, Puffy, ¿y si llevo a tu mundo medicinas? Puede que así se recupere, ¿no crees?- él la miro extrañado, y de repente escuchó la voz del pequeño dentro de su cabeza preguntando: << ¿Qué son las medicinas? ¿Algún tipo de  hechicería? >>. Ella suspiro. Perfecto, no sabían lo que eran las medicinas.- Si... podría decirse así- dijo y se levanto- Iré a coger algunas, tu espera aquí y haz... yo que se... el recital que hagáis para ir de un mundo a otro.

Después de unos minutos volvió con una bolsa llena de medicinas contra el constipado, la fiebre, la tos, etc. Había que afirmar que su familia era muy enfermiza. Cerró la puerta con pestillo y cogió su bate, que metió en su funda y la colgó en su hombro. Vio que su cama estaba pegada a la pared, y una puerta estaba abierta en el suelo. Alzó una ceja, ya que esperaba que fuera algo más fantástico la entrada del otro mundo, pero bueno, había que conformarse.