The other one

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Luzu no podía creerlo. ¡Aquella vaca era tan singular! No sólo por su color que me recordaba a la miel, sino por la forma en que el pelaje había crecido en su cabeza, simulando un peinado parecido al suyo.

—¡Eres mi gemela vaca! —Le dijo emocionado al animal, quien sólo permaneció viéndolo unos segundos para después proseguir comiendo pasto—. Necesito que vengas conmigo, amiga mía. —Avisó, sabiendo que lo más probable era que la vaca no pudiera entenderle—. Te prometo que tendrás rico pastito y flores en tu nueva casa.

De alguna manera Luzu logró ingeniárselas para recorrer el camino de vuelta a casa con su nueva amiga, sintiéndose emocionado por presentársela a alguien y que vieran el parecido entre ellos. Sabía que era un poco tonta la coincidencia que él había visto, pero aun así le daba ilusión aquella poco probable peculiaridad.

Y como pasaba con todo aquello que le provocaba ilusión, no pudo evitar pensar en Quackity.

Por alguna razón su amistad con ese chico difería mucho con el resto de sus compañeros en Karmaland. Tenía aquel deseo de mostrarle el mundo, de compartir con él sus alegrías y pensando que tal vez podría provocarle alguna, generando un sentimiento de calidez cada vez que alcanzaba aquella meta.

Tras improvisar un nuevo espacio en su pequeña granja para la vaquita, sacó su dispositivo de comunicación y le envió un mensaje a Quackity, diciéndole que se acercara a su casa cuando estuviera desocupado, porque había algo que quería mostrarle.

No pasó mucho tiempo en recibir una respuesta, y tampoco en que el híbrido humano-pato estuviera tocando la puerta de su casa, avisando que había llegado.

Luzu abrió, saludó al menor con un pequeño abrazo como era de costumbre, y le pidió que esperara ahí para que fuera a buscar lo que tenía que mostrarle. Quackity así lo hizo, y permaneció buscando cada pequeño nuevo detalle en la vivienda de su amigo. Cada vez que visitaba la casa había algo nuevo o diferente, y tenía un pequeño juego consigo mismo donde debía encontrar las modificaciones más recientes, retándose en ser observador de su entorno.

El sonido de un mugido llamó su atención, y Luzu se presentó de nuevo atrayendo una vaca con una cuerda.

—¡Mira, mira! A ella es a quien quería enseñarte. —Le explicó cuando hubo llegado al pequeño bosque frente a la casa—. ¿Qué no te recuerda a alguien?

Quackity, quien había comenzado a sonreír de manera inconsciente por ver a semejante animal peculiar, cambió sus facciones a unos de reconocimiento, entendiendo a qué se refería el mayor.

—Pero claro que lo hago, wey. ¡Es rubia, como Rubius! —dijo y después comenzó a reír, acercándose lo suficiente para acariciar el pelaje del animal—. Hay que mostrársela, segurito que no ha visto ninguna como esta.

La sonrisa ilusionada de Luzu se deformó en una nueva con desconcierto, y con algo de dificultad volvió a mover a la vaca para poder quedar de nuevo frente al menor, esta vez posicionando su cabeza junto a la del animal, y haciendo énfasis en el peinado de ambos.

—¿Pero no ves algo más? —Insistió, acomodándose su característico fleco con una de sus manos, esperanzado en que aquel gesto pudiera hacer más obvio el detalle.

—Mh, no sé de qué hablas, Luzu. Es una vaca rubia y ya. —El nombrado suspiró.

—Tienes razón, es solo una vaca rubia. —Desistió, y dándose cuenta de que la atención del menor volvió a dispersarse, se dispuso ahora a regresar a la vaquita a su espacio improvisado.

Fue solo cuando Quackity lo acompañó al corral para guardar a la vaca y que esta volvió a estar frente a ellos que el menor se dio cuenta.

—¡No mames, Luzu! ¡Tiene tu peinado! —Señaló a ambos, y volvió a reír. Entonces la sonrisa en el rostro del mayor volvió a completarse.

—Sí, que sí. Era eso lo que quería mostrarte. Es mi vaquita gemela.

Tras una corta plática y que ambos estuvieran dentro del hogar del mayor, Quackity recordó algo.

—¡Ah! ¡Que yo también quería mostrarte algo! —Mencionó. Quitó la mochila que traía a sus espaldas para rebuscar en ella el objeto que quería mostrar—. ¡Mira! —Entre sus manos tenía una guitarra acústica, y no tardó en comenzar a tocar algunos acordes en ella.

—Wow, no sabía que podías tocar instrumentos.

—Ya ves, ya ves. Que yo estoy lleno de sorpresas, Luzu. Y mira, ahorita mismo te toco una canción. —Un leve cosquilleo se formó en el estómago del aludido, el cual quiso restarle importancia.

—Realmente lo eres, Quacks. Deleita entonces mis oídos con alguna balada.

—Espera, espera. —Pidió un poco de tiempo, probando acordes aleatorios por un momento antes de continuar—. Compuse una canción y todo, ¿eh? Completa la autoría. —La sensación anterior incrementó, y una risa nerviosa escapó de los labios del mayor.

—¿Debo sentirme halagado?

—¿Qué? Ah, no, no. Es que compuse una canción para Vegetta y quería que la escucharas primero y para que me digas si creer que le gustaría o no. —Aclaró, dando los toques finales—. ¡Aquí va!

La canción improvisada comenzó, al igual que un sentimiento amargó inició su camino en recorrer el cuerpo del mayor. Luzu escondió su sentir tras una sonrisa, luchando contra sí mismo por los pensamientos desfavorables que comenzaba a tener.

¿Por qué siempre tenía que ser el otro?

Sabía que no era justo para Quackity exigirle ser su prioridad. Que él fuera la suya no demandaba una correspondencia bilateral, y aun así...

Y aun así deseaba serlo.

Deseaba que Quackity tuviera también el anhelo de mostrarle el mundo, la ilusión de compartir con él sus alegrías con la esperanza de generar mayor felicidad en su vida, así como él lo hacía.

Y probablemente se quedaría únicamente como un deseo, a sabiendas de que no podía forzar un sentimiento inexistente, pensando en que la sensación de abandono latente en él era un problema suyo, del que no debía culpar a nadie más.

Era su problema seguir siendo el otro en la vida de alguien más.

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𝐓𝐡𝐞 𝐨𝐭𝐡𝐞𝐫 𝐨𝐧𝐞 ↦ Luckity OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora