Soy el más fuerte... ¿verdad?

Capítulo 7: Corre

La Guerra de la Paz.

Para evitar que una tragedia como la de Reina Nuestra se repitiera; los gobernantes de todo el mundo se pusieron de acuerdo para acabar con la raza más peligrosa.

Los seres bautizados como... Riaros.

Según la información disponible, eran seres responsables de eliminar razas enteras cada cierto tiempo y borrar su existencia del mundo entero. No había registros sobre que otras razas había sido víctimas de esto, pero segundo unos viejos elfos oscuros, la última vez que atacaron, acabaron con el 90% de los Sangrias, seres con alas de murciélago que a menudo poseían apariencia humana.

Se dice que algunos Sangrias lograron sobrevivir gracias a que decidieron "imitar" a la humanidad.

Sin embargo, ahora, era justamente el turno de esta raza conocida como humanos.

Nadie estaba de acuerdo con esto. Era hora de la venganza y la tragedia de Reina Nuestra fue la excusa perfecta para unir a todo el mundo.

Los humanos se armaron, los elfos oscuros compartieron sus habilidades sobrehumanas y la poca magia que dominaban; e incluso algunos Sangrias, a pesar de que odiaban relacionarse con otros, ayudaron con el elemento aéreo.

Tres razas contra una. Juntos atravesaron la barrera que cubrían sus tierras y luego de una larga batalla en la que se perdieron miles de vidas, eliminaron a todos y cada uno de los Riaros. El resultado no podía haber sido mejor.

Sin embargo, una repentina traición, selló el destino de todos.

El mundo se dividió en 8 Países y se prohibió la entrada al territorio de los Riaros, en dónde el se había llevado el combate. E incluso se llegó a la decisión de borrar su existencia de todos los mapas que había.

Ya que el territorio original de los elfos oscuros había sufrido grandes daños debido a la guerra, cada uno de los nuevos 5 Países humanos los aceptaron con gusto. Por desgracia, una enfermedad empezó a acabar con ellos uno a uno, llevándolos al borde de la extinción.

O al menos, eso era los que los libros de historia que los humanos habían escrito.

Esta era la verdad.

Temerosos de que otra raza atacará y viendo su superioridad numérica, los humanos decidieron acabar con todo lo que les fuera desconocido. Aceptaron a los elfos oscuros para eliminarlos y aislaron cada uno de sus Países para que ninguno de ellos pudiera escapar. Y año tras año, ciertas circunstancias, hacían que los elfos oscuros poco a poco empezaran a desaparecer.

Los Sangrias notaron aquella intención asesina e imitándolos nuevamente, escaparon y se aislaron en su propio País para no tener que volver a relacionarse con ellos. Una decisión que benefició mucho a los humanos.

El juez no había sido eliminado, simplemente había sido relevado de su cargo.

Cierto día lluvioso, meses luego de la Guerra de la Paz, en el país de Erald, una pequeña elfo oscuro de ojos carmesí, de tan solo 5 años, estaba sentada en la calle, tratando de recordar cómo había llegado hasta ahí.

Sus ropas estaban haraposas, tenía el cabello desarreglado y sus orejas, que no eran tan puntiagudas como la de otros elfos oscuros, estaban malheridas.

Frente a ella, dos sombras se le acercaron, pero ella no levantó la mirada en ningún momento.

[Vaya, vaya. Mira, una elfo oscuro. Aún es pequeña, pero con el tiempo quizás... ya sabes.]

[Buena idea. Ya a nadie le importa lo que les pase, así que podemos divertirnos todo lo que queramos.]

Las sombras empezaron a reír, pero la pequeña elfo oscuro no les prestaba atención. Su mirada siempre iba dirigida al piso Ambas sombras empezaron a crecer, pero luego de unos segundos, estas simplemente... desaparecieron.