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La mañana siguiente era domingo, y Jungkook se dirigió al hotel para despedirse de NamJoon y los demás. Ya era hora de que se fueran y, aunque no había sido capaz de pasar mucho tiempo con ellos, había demasiado que hacer para que se sintiera cómodo con ellos en la ciudad. Por no hablar de las ramificaciones de su confesión. Owen no habló con él, evitándole bajo la excusa de empacar a última hora. Jungkook tuvo problemas para mirar a los ojos de NamJoon, pero se obligó a hacerlo, reconociendo la misma torpeza en su mejor amigo.

—Jungkook —dijo NamJoon incómodo cuando lo llevó a un lado—. Lo siento. Lo que hice, fue una mierda y egoísta, y me gustaría poder retirarlo.

—No te preocupes por eso –respondió Jungkook, deseando que NamJoon fingiera que nunca había sucedido, al igual que muchas de las otras cosas de las que nunca hablaban.

NamJoon sacudió la cabeza.

—Yo sólo necesito... decirte esto, ¿de acuerdo? —Jungkook asintió con temor, preguntándose qué podría ser más difícil para NamJoon que contar todo lo que había sucedido la noche anterior—. Yo te he amado desde el día en que te sentaste a mi lado en el autobús a Parris Island —soltó NamJoon.

Jungkook parpadeó, incapaz de hacer nada más.

—Iba a decírtelo cuando terminamos nuestro último servicio. Lo planeé todas las noches en mi cabeza. —Jungkook empezó a hablar, pero NamJoon lo detuvo—. Pero entonces el helicóptero cayó al suelo. Y... lo qué nos pasó...

Jungkook cerró los ojos, inmediatamente asaltado con recuerdos que había pasado años reprimiendo. Lo golpearon como un golpe físico. Destellos de cadenas y armas melladas, rompiendo el yeso en una celda oscura, haciendo marcas en el techo tan bajo que no tenías que estar de pie para llegar a él.

NamJoon dejó de hablar.

Jungkook abrió los ojos para encontrar la misma mirada atormentado en los ojos de NamJoon que la que podía sentir filtrándose a través de sí mismo.

—Siempre voy a ser tu amigo, Jungkook —NamJoon prácticamente se quedó sin aliento. Se abrazaron, un temblor los atravesó a los dos antes de soltarse.

Lo que habían pasado juntos, no había nada que pudiera romper ese vínculo. Tampoco había nada que pudiera convertir ese vínculo en otra cosa, y en ese momento, los dos lo sabían.

Cuando llegó la hora para que cogieran el autobús al aeropuerto, todos se estrecharon las manos y se abrazaron, Owen dijo adiós tieso y Jungkook les despidió con una sensación de hundimiento en la boca del estómago.

Nada se había resuelto pero sabía que tendría que tratar con ello más tarde. Sólo uno o tres problemas personales más que tenía que empujar a un segundo plano debido a su trabajo.

SeokJin parecía alicaído y no tenía mucho que decir cuando Jungkook llegó a casa, y por primera vez, Jungkook estaba demasiado cansado para tratar de llegar a su oscuridad y sacarlo. Se fue a la cama temprano, se durmió antes de que SeokJin se metiera debajo de la sábana y se envolviera a su alrededor.

Al día siguiente se dirigió de nuevo al trabajo, algo que temía por primera vez desde el funeral de Jimmy Hathaway años antes

—Jeon, bienvenido. Espero que hayas permanecido fuera de los problemas, y de la prensa, durante el largo fin de semana —dijo McCoy cuando Jungkook se detuvo en la puerta de su oficina.

Jungkook asintió, tranquilo. Una mala semana sólo había empeorado, y no estaba de humor para ser ingenioso un lunes por la mañana.

—Hemos revisado todas las pruebas sobre las pudimos poner las manos y hay toda clase de papeleo por hacer. Le dije a Clancy que dejara algunos en tu escritorio. Algo muy emocionante a lo que volver, ya lo sé —dijo McCoy, con la voz de disculpa—. Tenemos una nueva reunión con Delitos Financieros esta tarde para tocar la base de clientes potenciales para los crímenes combinados, y luego tengo una consulta con un equipo de la Lucha contra el Terrorismo.

DIVIDIR&CONQUISTAR || #4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora