capítulo unico

26 2 0
                                    

Estábamos en mitad del fuego enemigo, la incertidumbre nos rodeaba. 20 días, 20 días en los que el frente enemigo no había subsistido sobreviviendo hablase de comida en lata.
Sin ver a nadie más que a mí pelotón. Sin ver a mis familiares ni amigos.
Durmiendo en trincheras sobrecogido, deseando retirarme pero no puedo, no cuando me encuentro ante la primera guerra mundial.
Asique con todo lo que queda de mi pelotón voy con él al frente enemigo hasta que oigo un grito desgarrador, seguido de un ruido sordo y el silencio...
Me desperté 1 mes después me faltaban 3 dedos de la mano izquierda, pero esa noticia no fue nada comparado con la siguiente de un pelotón de 50 sobrevivimos 20.
Rápidamente intenté contactar con algunos de mis amigos que había hecho allí, pero nadie respondía a ninguna carta o llamada. Cada día iba sumándome en la desesperación absoluta.
Mis heridas iban sanando pero yo seguía con malestar en el cuerpo. De solo recordar que mis amigos podían haber muerto se me erizaba la piel. Yo no estaba en circunstancias de salir e ir a sus casas, ya que no todos vivían en el mismo barrio que yo. Siempre veía pasar a niños saltando y jugando por las calles, entonces la envidia invadía, todo mi sistema porque yo había tenido que ir a servir porque yo había tenido que entregarme en cuerpo y alma en una lucha la cual yo no había iniciado.
Solamente podía pensar en una cosa que pasaría si enmedio de una guerra nos sentamos si enmedio de todo decidimos no luchar, decidimos que no sirve de nada hacer lo que nos mandan como corderos.
Como si mis dudas fuera escuchadas por alguna divinidad, a los dos meses me volvieron a comunicar a filas como capitán.
En este pelotón éramos solo 20, curioso parecía que ese número me persegia.
Cuando estábamos trinchera contra trinchera un pensamiento me vino a la cabeza y si nos sentamos, una y otra vez ese pensamiento carcomía mi cerebro.
Ordene a mí pelotón, todos se negaron, ninguno quería hacer ese suicidio. Pero yo sí ya no tenía nada que perder, nada me podía frenar.
Con miles de pensamientos en mi mente me quite las armas y el chaleco subí la trinchera, y me quiere el casco poniéndolo bocarriba encima de mi.
Derrepente sentí como la gente se iba sumando a mí lado sentándose conmigo.
Se oyeron tiros, nadie se movió
Se oyeron cuerpos caer, nadie se movio
Luchamos en silencio, y siguieron disparando.
Extendi mi mano medio mutilada mientras un balazo me atravesaba el pecho.
Lo supe, en ese momento supe que había quedado algo extremadamente grande.

primera guerra mundialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora