Capítulo 20
Proseguir el viaje con sólo la mitad de la gente tenía sus ventajas. Ahora les daba la impresión de que se movían más ligeros de peso, con mayor facilidad. Había menos cosas de las que ocuparse, ninguna balsa que acarrear, menos comida que buscar, menos leña y material combustible que recoger para cocinar; tampoco era necesario llenar tantos odres, y se requería menos espacio para acampar, con lo cual tenían más opciones al elegir el lugar de acampada. Pese a que echaban de menos a sus recientes amigos, viajaban más deprisa y pronto establecieron una nueva rutina más eficaz para los siguientes días. El pequeño río les proporcionaba un suministro continuo de agua y lo bordeaba una senda fácil de seguir, pese a que casi todo el camino era en pendiente.
La gente que vivía cerca del siguiente emplazamiento sagrado que la Primera deseaba mostrarle a Ayla era una extensión de la Primera Caverna de las Tierras del Sur. La Primera señaló un refugio al pasar por delante.
—Esa es la entrada de la cueva pintada que quiero que veas —dijo.
—Siendo un lugar sagrado, ¿podemos entrar sin más? —preguntó Ayla.
—Está en el territorio de la Cuarta Caverna de los zelandonii de las Tierras del Sur, y ellos consideran que la cueva es suya y que tienen el derecho a usarla y enseñarla —explicó la Primera—. También son ellos quienes normalmente añaden las pinturas nuevas. Si Jonokol sintiera el impulso de pintar en las paredes, lo más probable es que se lo permitieran, pero lo ideal sería que antes diera a conocer sus intenciones. Uno de los suyos podría sentir la necesidad de pintar algo en el mismo sitio. Es poco probable, pero si fuera así, tal vez significara que el mundo de los espíritus está acudiendo a los zelandonia por alguna razón.
Siguió explicando que siempre era conveniente mostrar reconocimiento por el territorio que una caverna consideraba propio. Desconocían el concepto de propiedad privada, y a nadie se le ocurría que la tierra pudiera tener dueño. La tierra era la encarnación de la Gran Madre, ofrecida a sus hijos para que todos la usaran, pero los habitantes de una región veían su territorio como su hogar. Todos podían viajar libremente a cualquier parte, atravesar cualquier región por lejana que fuese, siempre y cuando obraran con consideración y respetasen las normas de cortesía comúnmente aceptadas.
Cualquiera podía cazar o pescar o recolectar los alimentos necesarios, pero se consideraba de buena educación presentar a la caverna local. Eso era aplicable especialmente a los vecinos, pero también a aquellos que estaban de paso, para que no estorbasen los planes que pudiera tener el grupo local. Si un vigía residente había estado observando a una manada que se acercaba, por ejemplo, y los cazadores planeaban una gran cacería para llenar su despensa de cara a la estación fría, podía provocar cierta indignación que unos viajeros, por perseguir a un solo animal, espantasen a toda la manada. Si en lugar de eso, notificaban su presencia a la caverna local, muy probablemente los invitarían a participar en la cacería organizada y quedarse con una parte.
La mayoría de las cavernas contaban con vigías que permanecían siempre atentos, sobre todo al paso de las manadas migratorias, pero también a cualquier actividad inusual en la región, y ver a gente viajar con un lobo y tres caballos era sin duda inusual. Y más aún si uno de los caballos llevaba a rastras un artilugio en el que iba sentada una mujer corpulenta. Cuando los visitantes estuvieron a la vista del hogar de la Cuarta Caverna de los zelandonii de las Tierras del Sur, los esperaba un pequeño grupo de personas. Después de apearse la mujer corpulenta, un hombre con tatuajes en la cara que afirmó ser el Zelandoni dio un paso al frente para saludarla a ella y a los demás. Había reconocido los tatuajes faciales de la Primera.
—Un saludo a La Que Es la Primera Entre Quienes Sirven a la Gran Madre Tierra —dijo, acercándose con las dos manos abiertas y tendidas, el gesto habitual para expresar franqueza y cordialidad—. En el nombre de Doni, la Primera Madre, Grande y Bienhechora, que Nos Provee a Todos, bienvenida seas.