Rumores

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Nadie se explicaba por qué, entre tantas posibles candidatas, la había elegido a ella.

Pero no era como si Mordred pudiera culparlos: Sabía a la perfección que no proyectaba gentileza, delicadeza o cualquiera de esas cualidades "femeninas" que la mayoría de hombres hallaban tan atractivas.

Habiendo aclarado eso, nada evitaría que la "Princesa de Camelot" se lanzara en un frenesí asesino a través de Chaldea si oía un solo comentario más sobre su vida amorosa.

¿Y qué si conoció a Henry en circunstancias poco ortodoxas durante una de las singularidades que amenazaron con destruir a la humanidad?

¿Si su primera invocación como Espíritu Heroico fue como una de los "malos"?

¿Si, a pesar de haber finalmente procesado su desastrosa relación con sus padres biológicos, en realidad nunca pudo perdonar del todo a Arturia por el brutal rechazo PÚBLICO al que la sometió?

Henry conocía su historia, los razonamientos tras sus errores, y la amaba de todos modos.

¿Acaso eso no era suficiente?

Exhausta, tanto de la brutal sesión de entrenamiento a la que se había sometido voluntariamente para desestresarse como de los cuchicheos que venían acechando sus pasos desde que cometió la monumental burrada de hacer público su (no tan) nuevo estatus sentimental, Mordred se limpió el sudor de la frente y reunió sus cosas para abandonar el gimnasio comunal.

Usualmente, la muchacha habría empleado el área de entrenamiento que Fujimaru Gudako le obsequió a Sieg – la expresión de Santa Bastonera al recaer en que la Master había adoptado a su novio como una suerte de hermanito menor (porque a Kriemhild nadie la movía de su autoimpuesto rol de madre del homúnculo) no tuvo precio –, incluso si esta era más pequeña y se ubicaba en un extremo más alejado de la ciudadela.

Sin embargo, gracias a un cierto incidente involucrando al Noble Phantasm de Fran, Astolfo siendo Astolfo, una pila de jabones, un molinillo de juguete, una docena de raquetas de tenis, un trombón, un hula-hula, un casco de motocicleta, la sartén favorita de Archer EMIYA, un paracaídas, un muñeco vudú y una cría de oso polar... pues...

Sobraba decir que el pequeño gimnasio puesto a disposición de los amigos que hizo el homúnculo durante la Guerra Apócrifa no sería habitable hasta que concluyesen los trabajos de reparación.

[A esas alturas, Morderd ya no se resistía a ser encajonada con Astolfo, Jeanne, Fran y Sieg: Para ser un cuarteto de dementes, eran compañía lo suficientemente decente en pequeñas dosis – y no, por supuesto que el que los agraciase con su presencia cada vez que estos la invitaban a unírseles en cualquier actividad grupal no tenía nada que ver con como al blandengue de Shishigō se le iluminaba la expresión cuando veía a "su mocosa" convivir con amigos como una adolescente normal]

"Ufff... estoy molida... quizá sí me pasé un poco con el entrenamiento hoy... bueno, en fin: ¿Me pregunto que tendrá Mami Emiya en el menú de hoy...? Todo este ejercicio me abrió el apetito..."

Satisfecha como iba con su rendimiento del día, Mordred casi ni reparó en el ingreso al gimnasio de Lancelot y Diarmuid... y del auténtico ejército de Espíritus Heroicos femeninos que los perseguían.

Casi siendo la palabra clave: Ni siquiera estando en coma hubiese podido ignorar el barullo que venían armando todas aquellas fanáticas calenturientas...

[¿Cómo fue que Gudako las llamó aquella vez...? Ah, sí: SIMPS]

Dada la ausencia de cualquier rostro amigable – excepto el del pobre Diarmuid, quien siempre era relativamente cordial con todos – en aquella muchedumbre, Mordred decidió meterle un 5% extra de velocidad a sus movimientos y largarse antes de verse tragada por la marea humana que había inundado el que se suponía era un espacio público, no un punto de concentración de fanservice masculino mal logrado – nuevamente, exceptuando al pobre Diarmuid, quien honestamente tenía cara de no querer estar ahí –.

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