Capitulo XI

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NOTA: Ha pasado mucho, mucho, muchísimo tiempo, casi un año, que puedo decirles la vida de adultos no es muy divertida a veces. He aquí el ultimo capítulo de la historia. Quizás si recibe apoyo, me anime y me haga tiempo de escribir un epilogo.  Solo disfruten de este mágico final.

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Ming había buscado por todas partes. Volvió a la panadería y se quedó junto a la ventana, observando y esperando, hasta que sintió que la esperanza no era más que una fantasía. Se sentó en el mismo banco en el parque durante horas, esperando ver a Kit corriendo en la nieve, su sombrero volando detrás de él, el aire llenándose con el sonido de su risa alegre. Pero todo lo que encontraba Mingkwan era al mundo sin él.

Recorrer el mercado de Siam no había resultado en nada bueno. El sonó campanas, le preguntó a los niños si habían visto al chico angelical. Pero su KitKat parecía ser tan elusivo como San Nicolás. Entro en las iglesias, a todas las iglesias que veía, y él oró, oró como nunca pensó, oraciones que parecían no tener respuestas.

Para la medianoche del segundo día después de Navidad, Ming había caminado todo el camino hasta la ópera, no preocupándose por el frío o la nieve. Había una presentación especial del Mesías de Handel programada. Él vagó atreves de la mayoría de la multitud hasta que había entrado. Luego metió la mano en sus bolsillos y dejó caer monedas y billetes en cada lata abollada y oxidada a lo largo del camino.

La nieve comenzó a caer más y más rápido. Arrojó un billete de 10000 bat en un tazón viejo de esmalte de un ciego vestido con ropas harapientas, luego hizo una pausa y dijo -La tormenta está acelerando. ¿Tiene un lugar para ir?

-Yo vivo cerca de Bong-Eun-Sa. Va a ser una larga caminata -El mayor trató de levantarse, pero sus manos eran viejas y retorcidas y no tenía guantes para protegerse de los elementos.

Yunho le ayudó, entonces se agachó y recogió el tazón, suavemente colocándolo en las manos nudosas del hombre. Luego dio media vuelta y paró un taxi con un silbido agudo.

Él abrió la puerta. -Le he pagado al chofer para que lo lleve a casa -le dijo al viejo, ayudándolo a entrar. Hizo una pausa y miró a los ojos del mayor arrugado, los ojos que mostraban todos los años difíciles que había vivido. Sin un pensamiento, el empresario se quitó los guantes y los puso en las manos del hombre, cerrando sus retorcidos y viejos dedos alrededor de ellos. -Feliz Navidad -dijo y cerró la puerta.

Durante un largo tiempo Mingkwan se quedó allí, mirando al taxi desaparecer. A pesar de que todavía era temporada navideña, y aunque ya era pasada la medianoche, aún había un gran número de coches en la calle. El arreglado Ming, como siempre, se encontró balanceándose sobre la punta de sus talones, mirando a los coches a exceso de velocidad por delante de él.

Mongkol está en el cielo, el empresario pensó cuando uno de los coches lo rozaba tan rápido que hizo una ola alrededor de su chamarra, tal vez si él no puede venir a mí, yo puedo ir con él.

Ming vio a los coches delante de él con cautela. Sería tan fácil dar un paso hacia la calle ahora mismo, que una de las máquinas de velocidad chocara con su cuerpo, sacando su vida y su alma de él. Entonces habría una posibilidad de que él llegara a ver a su ángel de nuevo...

-¿Qué estoy pensando? – El hombre susurró las palabras a sí mismo, con una risa áspera y amarga de una sacudida de la cabeza, que iba en negación. -No entraría en el cielo de todos modos. Ese lugar está reservado para la gente hermosa y amable como mi Kitty

Dio media vuelta y se alejó de la calle, pegando sus manos heladas en el bolsillo de su abrigo, decidiendo que era hora de regresar a casa. Él caminaba por la acera, con la mente en un lugar de pérdida y vacío.

Cada Vez Que Suena Una Campana ~~ MingKitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora