Capítulo 1.

162 0 0
                                    

Si ahora mismo tuviera que identificar la vida con una palabra sería lágrimas. Quizás no nos damos cuenta, pero los momentos de nuestras vidas más importantes o que más nos marcan, están rodeados de lágrimas. Nacemos llorando, lo cual es necesario, ya que indica que nuestras vías respiratorias funcionan perfectamente, con ello, nos transmiten que llorar es bueno, que indica que todo está bien, que amarga mentira. Creo que no recuerdo ningún momento en mi corta vida que haya llorado de felicidad o porque me haya pasado algo bueno, más bien todo lo contrario. Cuando somos niños lloramos porque nos caemos y moratones y heridas salen en nuestras rodillas, pero siempre esta mamá para levantarnos. Cuando pasamos a la edad adolecente, caemos en los errores más frecuentes de esa edad, alcohol, drogas y amor. Pero ahí ya nadie nos levanta, apechugamos y nos levantamos solos, hechos escombros, aprendiendo como no ser tan idiota otra vez. Lo que no sabemos, es que realmente no estamos solos, porque siempre vas a tener a una amiga a la que le contaras todos tus problemas, pero cuando llegas a la edad adulta, eso ya es más jodido. A mi parecer, parece que al llegar a esa edad las personas se vuelven o muy cobardes o muy mezquina, ya que ningún adulto le cuenta  a sus amistades, yo pienso que es por miedo a que se rían, pero también creo que es demasiado cruel reírse de los problemas de los demás, aunque quizás, tus problemas son más gordos y esos te parecen insignificantes, quizás eso es lo que cause tanta gracia. Lo que sí sé es, que cuando un adulto tropieza con un error, se levanta por su familia, no por sí mismo, pero porque tienen que ser un ejemplo a seguir para sus hijos. La única etapa de la vida donde no sé llora es en la vejez, ya que ahí, en el final de tu vida, cuando ya has encontrado la paz eterna, son tus seres queridos quien lloran por ti, pero esta vez, tú no puedes ayudar a que se levanten.

Yo ahora mismo estoy en esa etapa en la que tengo que enseñarme a levantarme sola, pero mis problemas no son ni la droga, ni el alcohol, ni el amor. Ojala estuviera llorando por un novio. Los problemas emocionales duelen, pero se van pasando poco a poco, hasta que encuentres un sustituto que te vuelva a inyectar tu dosis de dolor. Pero en mi caso es todo lo contrario.

Mi vida era una vida sencilla e incluso aburrida. Era una vida de chica adolecente en un pueblo pequeño. La cual iba al instituto, estaba con sus amigas, cotilleaba un poco y dormía feliz. Era una vida monótona y caída en la rutina, pero me gustaba, porque tenía pequeñas cosas que me encantaban. Reírme con mis amigas, acudir a clase de música, llegar a casa hambrienta y que mi madre ya tuviera la comida hecha. Y ahora, incluso iba a ir a más. Mi padre había comprado un solar en las afueras de mi pueblo y íbamos a hacernos una casa, y para rematar, por fin llamaba la atención de los chicos, incluso podría haber sentido un dolor emocional. Pero no, resulta que al jefe de mi padre no le parecía bien que mi vida mejorara, mejor dicho, al destino no le parecía bien que yo prosperara, por eso tuvo que cambiar a mi padre de trabajo.

Mi padre trabajo como director de banco del pueblo, es un buen trabajo que te deja tener dinero ahorrado siempre, pero, como la ambición es parte natural de las personas, mi padre quería más, y cuando su jefe le digo de ser el jefe en una sucursal, el acepto sin pensárselo. Además no solo le daban el trabajo, sino una casa donde vivir, él solo tenía que pagar el viaje. Pero al parecer, el destino es caprichoso, al parecer no se conformaba con sacarme de mi pueblo y llevarme a otra parte de España, no, el trabajo tenía que ser en Inglaterra, mejor situado, en Plymouth, una pequeña ciudad en el condado de Devon, al sur de Inglaterra.

Cuando te dicen de hacer un viaje o un intercambio a Inglaterra, el país te parece una pasada, pero cuando tienes que quedarte allí, rehacer tu vida allí y encontrar nuevos amigos allí, el país te parece una gran mierda.

Aunque quizás el destino me dejo algunas señales por el camino. Quizás las clases particulares de inglés durante todo el verano tendrían que haberme servido de aviso o quizás las veces que mi madre me decía lo maravilloso que sería vivir en un país tan educado como Inglaterra, pero quizás la mayor señal que me dejo el destino fue la página de la nueva empresa de mi padre que él mismo se dejó en el ordenador.

Pero creo que eso ahora no importa, por mucho que lo hubiera sabido con antelación, creo que nunca se puede estar preparada para dejar tu vida atrás, y quizás, ahora en el coche, de camino al aeropuerto, sigo sin creerme que acabo de decir adiós a mi familia y a mis amigas. Pero lo que más me perturba es, ¿Por qué a mis padres parece no afectarles? Mi madre acaba de dejar atrás a toda su familia y sonríe como una niña de cuatro años con una piruleta en la mano.

¿La ilusión puede vencer a la tristeza? Siempre están en batalla, una batalla continua que en mi caso, la tristeza va ganando.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 03, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El Cambio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora