Una noche de invierno

1 0 0
                                    

Nueve de la noche aproximadamente, ya todos se habían retirado a dormir; por esa época del año el invierno era más frio en el campo y se dormía mas temprano que de costumbre, María también se disponía a hacerlo cuando una tenue luz en la distancia llamó su atención, aquella luz se acercaba y se alejaba, María sintió curiosidad, así que abrió nuevamente la puerta y salió al exterior a investigar. A medida que ella se acercaba iba dándose cuenta de que la luz tenía silueta de mujer, con un vestido azul muy elegante. Con cada paso que ella daba la mujer se alejaba por el camino real, al llegar cerca de la orilla del río la mujer se detuvo, María se acercó para mirar dentro de un auto accidentado donde yacía el cuerpo inerte de una mujer junto a una pequeña niña de escasos meses que se movía levemente. María trató de abrir la puerta pero estaba atorada, miró nuevamente y se sorprendió al darse cuenta que la mujer que yacía inerte dentro del auto era la misma con vestido azul que la había guiado hasta allí. María, un poco confundida miró a su alrededor sin ver a nadie, solo un gran silencio.

-¿Cómo pudo hacerlo?- Pensó María, pero no había tiempo para hacer conjeturas. Ella corrió inmediatamente a su casa en busca de ayuda para rescatar a la niña que aún seguía con vida y de regreso a su casa miró en la lejanía como a la orilla del camino real estaba la silueta de la mujer con vestido azul, lucía desesperada, pidiendo ayuda. Ella no lo entendía pero no le dio gran importancia en ese momento, ya que necesitaba salvar a la niña, así que regresó al lugar junto con su esposo, y para su sorpresa el lugar estaba vacío, no había rastro de algún tipo de accidente y mucho menos de personas. Su esposo dijo que tal vez lo había soñado, pero ella estaba segura de que no era así. 

Pasó algún tiempo y María seguía intrigada por la situación tan extraña que había vivido meses atrás y siempre regresaba al lugar a inspeccionar, fue entonces cuando entre los arbustos vio una pequeña y vieja cruz, lo cual significaba que alguien había muerto en ese lugar. Nunca supo de un accidente sucedido allí en muchos años...

Luego de algunos días, María se encontraba en casa de su madre observando fotos familiares y de repente la mujer del vestido azul estaba allí retratada junto a su madre, le preguntó a ella quién era y ésta le respondió: -Es tu tía, se llamaba María, al igual que tú. Tienes el mismo nombre en su honor. Murió junto a su pequeña hija; Sofía, una noche de invierno en un accidente cuando se dirigía hacia acá para visitarme... Hace cincuenta años, aún no habías nacido.-

-¿Y dónde están enterradas?- Preguntó. -Solo vi una cruz en el lugar del accidente.-

-Ah... Sucede que mi hermana murió en el acto, fue enterrada aquí. Y la pequeña Sofía murió días después en la ciudad, su padre la llevo allá para ser atendida.-

Fue entonces cuando María entendió lo sucedido y el porque de aquella aparición. Todo sucedió tan rápido que su tía no se dio cuenta que murió y su espíritu se quedó vagando en una noche eterna que ha perdurado durante todo este tiempo, en ese mismo lugar, pidiendo ayuda para salvar a su hija. A María le empezaron a salir las lagrimas y entre llanto le contó a su madre lo que le había ocurrido. -Ella aún no lo sabe mamá, que murió y que su pequeña hija también. Su alma ha vagado alrededor de ese lugar durante todo este tiempo pidiendo ayuda para salvar a su hija. Es tiempo de reencontrarlas para que su alma pueda descansar.-

Madre e hija se abrazaron y decidieron llamar a Francisco, el esposo de la tía María, para contarle lo sucedido. Él no lo creía, por supuesto, un hombre citadino. No cree en historias de espíritus y esas cosas de pueblerinos. Pero sintió que le debía eso a su esposa y a su hija que merecían estar juntas, así que hizo todos los tramites correspondientes para llevar los restos de la niña hasta el pueblo. 

Pasó el tiempo y el invierno volvió, en la noche fría cuando todos se encontraban dormidos, María observó la luz frente a su casa como antes, pero esta vez solo se alejaba, así que la siguió nuevamente hasta el mismo lugar. Vio el auto accidentado y se asomó, pero no había nadie, solo un frío silencio y una sensación de paz. Entonces, vio como en la distancia la hermosa silueta vestida de azul con su hija en brazos se alejaba para siempre de aquel lugar.

Desde entonces ya nadie volvió a hablar ni a ver la figura de una elegante mujer vestida de azul, desesperada pidiendo ayuda en la orilla de la carretera, y así, María supo que había podido ayudar a su tía a reencontrarse con su hijita y por fin descansar en paz.

El amor de una madre es sublime y es para siempre, tiene el poder de traspasar hasta las barreras del tiempo cuando de sus hijos se trata.

Hasta Las Barreras Del TiempoWhere stories live. Discover now