Capítulo 1 - El dolor de la verdad

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Dieciocho años después de terminada la Segunda Guerra Mágica, la Ministra de Magia, Hermione Granger, se encontraba sentada en su oficina del Ministerio a media noche.

Absorta, leyendo algunos documentos relacionados con la Plataforma Élfica de Defensa de los Derechos Obreros, de pronto escuchó un ruido que le pareció muy inusual, ya que estaba segura de que era la única persona que aún se encontraba en todo el Ministerio de Magia.

Ligeramente atemorizada, empezó a levantarse de la silla frente a su escritorio cuando vio que su puerta se abrió repentinamente, y tras un pequeño sobresalto vio entrar una silueta que le resultó completamente familiar.

—Harry, eres tú.

—Hola Hermione —dijo Harry Potter quien entró en la oficina de la Ministra de Magia, a la vez que se quitaba una empolvada túnica de Auror—. Vi la luz prendida y me imaginé que seguirías aquí. Pero, ¿qué estás haciendo? Ya es demasiado tarde, deberías estar descansando en casa.

Hermione bajó la mirada como si se sintiera un poco avergonzada y le dijo a Harry con una voz rápida, perceptiblemente nerviosa:

—Estoy revisando algunos artículos sobre la legislación de los Derechos Obreros de los Elfos, además de que seguimos solucionando temas con el Sindicato de Duendes de Gringotts, hay demasiadas cosas que hacer y no me da tiempo...

Harry dirigió a Hermione una mirada de incredulidad paternal, aquella con la que siempre la veía cuando sabía que estaba escondiendo algo.

—Hermione —la interrumpió Harry—. Es hora de que regreses a casa con Ron

—No —dijo Hermione dándole la espalda a Harry y añadiendo a su voz un tono de tristeza—. No creo que sea el momento de regresar, tengo todavía muchas cosas que hacer, creo que pasaré la noche aquí.

Harry Potter tomó del hombro a Hermione a la vez que le dijo en un tono muy dulce:

—Hermione, sabes que si en alguien puedes confiar en este caótico Mundo Mágico es en mí. Dime, ¿qué es lo que pasa?

Aún de espaldas a Harry, Hermione bajó la cabeza y empezó a sollozar a la vez que le confesaba a Harry el motivo de su dolor:

—Ron aún no ha llegado la casa. Es la quinta vez en este mes.

—Hermione... —dijo Harry con pesadumbre, asimilando el dolor que percibía en ella—. Quizá Ron esté muy ocupado, tal vez esté haciendo algún tipo de experimentos para un nuevo producto de Sortilegios Weasley, ya sabes cómo es él.

—No Harry —lo interrumpió Hermione—. No es así. Tú sabes que, como Ministra de Magia, me llega demasiada información, cosas que incluso en ocasiones preferiría no saber. Ni siquiera fue algo que yo planeara. Y ya no la puedo ignorar. Demasiadas personas me han dicho que en repetidas ocasiones, los días que mi esposo no vuelve a casa, han visto a Ron cerrar la tienda para que minutos después entre una mujer de cabello rubio y no vuelven a salir hasta el día siguiente.

—Sabías de esto, ¿verdad Harry? —le preguntó a Hermione a Harry sin usar un tono acusativo ni de reclamo, simplemente quería saber la verdad.

—Sólo he escuchado rumores —dijo Harry—, pero nunca he querido hacerles caso. Sé que éste es un tema que se arregla sólo entre ustedes dos y nadie más.

—No culpo a Ron —dijo Hermione al borde del llanto—, él siempre ha querido tener lo mejor para él y hoy, tras darme cuenta de lo que está pasando, estoy más convencida que nunca de que yo no lo soy.

Harry abrazo en ese momento a Hermione, quien rompió a llorar en su pecho

—Hermione —dijo Harry—, eres la bruja más talentosa que he conocido, la más brillante, nadie supera tu inteligencia... ni tu belleza. Eres muy hermosa no tienes por qué pensar por un solo instante que no eres la mejor bruja del mundo, ni que no eres lo suficiente para alguien más.

Hermione, con mayor confianza, arropada por la calidez y el cariño de Harry, lo tomó del brazo y tras secarse un par de lágrimas, le dijo con mayor seguridad:

—Sabes Harry, no me molesta que Ron piense que no soy la mejor mujer del mundo, porque él tampoco es el mejor hombre... y no lo será mientras existas tú.

Harry se alejó un par de pasos, ligeramente atemorizado de escuchar esas palabras.

—Pero Hermione, juramos que nunca volveríamos a hablar de eso —dijo Harry bajando la mirada.

—Harry —dijo Hermione—. Han pasado dieciocho años, nuestras vidas han cambiado una inmensidad. Sin embargo, no pasa un solo día sin que recuerde aquellas noches durante la Guerra Mágica, cuando estábamos escondidos en el exilio y Ron se había ido.

Harry miró con un remordimiento implorante a Hermione, tratando de suplicarle que no prosiguiera con sus palabras, pero Hermione continuó:

—Éramos muy jóvenes y nuestras vidas corrían peligro, pero sé que ese cariño que me demostraste noche con noche no fue únicamente un fruto de la situación.

Harry había pasado dieciocho años tratando de ocultar los recuerdos de esos días. Los delicados besos de Hermione, el dulce aroma que desprendía su cabello al despertar a su lado, la suavidad de su piel, la calidez que sentía al fusionar sus cuerpos cuando hacían el amor, y esa ternura melancólica en su mirada que le hacía a Harry querer protegerla de todos los magos obscuros del mundo.

—No necesito usar Legeremancia para saber lo que estás pensando —le confesó Hermione—. Tú también eres mi mejor beso, mi mejor amante y por si tienes alguna duda, tu amor es el recuerdo que utilizó para invocar este Patronus... —dijo Hermione Granger, quien agitó su varita creando la imponente silueta de un Ciervo plateado.

—Siempre fuiste tú —dijo Hermione a la vez que besaba apasionadamente los labios de Harry Potter. 

Harry + Hermione - 18 años despuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora