Capítulo 8 - Los viajes de los Evans

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Ni Luna Lovegood ni Viktor Krum consideraron necesaria la idea de informarle a Hermione sobre la muerte de Ron. Ella ya había tomado la decisión de marcharse y no tenia por que atormentarse con la idea de que la muerte e Ron Weasley hubiera sido culpa suya.

Así, ya lejos de aquél mundo mágico en el que tanto tiempo estuvieron inmersos, James y Jean Evans se quedaron durante un par de meses a vivir en Sidney.

Viviendo en la antigua casa de los Wilkins, se dedicaron simplemente a disfrutar de su compañía, a reconocerse y a ponerse al corriente de ciertos detalles de sus vidas lejos del otro.

Por las mañanas salían a hacer compras para la comida, les gustaba visitar los supermercados Muggles; más tarde, disfrutaban hacer cosas simples, como caminar al parque, hacer un picnic en el parque y después quedarse sentados a leer bajo la sombra de un libro.

Jean le enseño a James a andar en patines, no podía creer que el multicampeón de Quidditch en la escuela tuviera que usar casco y rodilleras para patinar y eso le resultaba gracioso.

Por su parte, James le enseñaba a Jean nuevos tipos de literatura, no sólo los viejos libros de biblioteca, sino también los cómics. Y más aún, las adaptaciones en películas que los Muggles habían hecho sobre los héroes de esas historietas.

A Jean le fascinaba ese proceso de crear nuevos mundos fantásticos que parecían tan reales sólo por medio de cámaras y efectos visuales. Parecían como hechos con magia.

Durante su niñez, antes de ingresar al mundo mágico en 1991, las películas que llegaron a ver eran muy diferentes, jamás se hubieran imaginado la nitidez con que en el 2016 se recreaban en el cine lugares tan fantásticos, tanto en la tierra como en otros planetas, otros universos.

Emocionada por conocer los lugares donde se habían grabado algunas de esas historias, Jean finalmente convenció a James de empezar a viajar para visitar las maravillosas locaciones que le encantaban de las películas. Era un buen motivo para empezar.

James accedió y durante varias semanas conocerían las montañas de Nueva Zelanda, los Bosques del Amazonas, las tecnociudades de Japón, las campiñas francesas, los desiertos africanos.

No les gustaba ser turistas, se mimetizaban con los lugareños y aprendían sus costumbres con gran facilidad. Era como si James y Jean vivieran su propia película de amor.

En uno de sus viajes, mientras viajaban por el norte de Europa, James ofreció a Hermione hacer una visita por un lugar que ella siempre tuvo la intención de conocer: El Instituto Durmstrang.

Hermione, ruborizada por su pasado con Viktor Krum, se negó en un principio, pero alentada por Harry, finalmente accedió.

Lo que no sabían, era cuán importante era Viktor en la historia del instituto, casi tan legendario como lo era Harry para Hogwarts. Y tal era el caso que las autoridades del colegio habían autorizado a Viktor Krum dejar algunos hechizos, entre ellos, uno con el cual, si en algún momento Hermione Granger pisaba los alrededores del Instituto, uno de sus tatuajes empezaría a punzar su piel para avisarle que ella había llegado.

Así, James y Jean apenas habían pisado la primer roca de cantera del colegio, maravillados por la gran puerta del castillo de Durmstrang, cuando de inmediato se escuchó una voz profunda e intimidante que les congeló por un instante la sangre:

—¿Hermione? —preguntó Viktor Krum, a la vez que los Evans volteaban con el temor de saber que alguien del mundo mágico aún conocía su identidad. 

Harry + Hermione - 18 años despuésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora